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Agradecemos el material a la Agrupación Norberto Centeno
miércoles, 14 de julio de 2010
FUNDAMENTOS DE LA CONDENA - CASO MOLINA
miércoles, 9 de junio de 2010
AUDIENCIA-09.06.2010-SENTENCIA
Hoy el Tribunal Oral Federal de la ciudad dictó su sentencia en relación a las imputaciones que se le hicieran a Gregorio Rafael Molina, quien participó de la represión ilegal en el centro clandestino de detención “La Cueva”, el cual funcionó en las instalaciones del viejo radar del Aeropuerto de Mar del Plata.
El ex-oficial de la Fuerza Aérea fue condenado a la pena de presión perpetua como partícipe necesario por la comisión del delito de homicidio en los casos de los doctores Jorge Roberto Candeloro y Norberto Oscar Centeno. Así mismo fue condenado por las privaciones ilegales de la libertad, los tormentos de 36 víctimas y las violaciones a dos mujeres secuestradas que estaban bajo su guarda.
Luego de la sentencia los testigos y familiares se fundieron en emotivos abrazos dando rienda suelta a la contenida emoción de tantos años de espera. En la calle la música alivió la tensión y Ledda Muñoz, una de las víctimas, habló de dignidad, ternura y del recuerdo de los que quedaron para siempre en el centro clandestino de detención La Cueva.
Los fundamentos de la sentencia se conocerán el próximo 16 de junio.
El ex-oficial de la Fuerza Aérea fue condenado a la pena de presión perpetua como partícipe necesario por la comisión del delito de homicidio en los casos de los doctores Jorge Roberto Candeloro y Norberto Oscar Centeno. Así mismo fue condenado por las privaciones ilegales de la libertad, los tormentos de 36 víctimas y las violaciones a dos mujeres secuestradas que estaban bajo su guarda.
Luego de la sentencia los testigos y familiares se fundieron en emotivos abrazos dando rienda suelta a la contenida emoción de tantos años de espera. En la calle la música alivió la tensión y Ledda Muñoz, una de las víctimas, habló de dignidad, ternura y del recuerdo de los que quedaron para siempre en el centro clandestino de detención La Cueva.
Los fundamentos de la sentencia se conocerán el próximo 16 de junio.
AUDIENCIA 08.06.2010
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO RAFAEL MOLINA
Por Diego Malbernat
A un día de conocerse la sentencia, Gregorio Rafael Molina pronunció sus primeras palabras en lo que va del Juicio: “Ante Dios juro que soy inocente”. La defensa del represor pidió su absolución y la Fiscalía y la querella representada por el Dr. Sivo y el Colegio de Abogados, ejercieron su derecho a réplica. La sentencia se dará a conocer el miércoles 9 al mediodía.
En el alegato de la defensa se argumentó que los tratados internacionales que garantizan la defensa de los derechos humanos fueron incluidos en la reforma constitucional de 1994. En consecuencia y dado que la aplicación de las leyes no debiera ser retroactiva, se consideró nula la imputación por crímenes de lesa humanidad. También se solicitó no considerar las violaciones sexuales como delitos de lesa humanidad y negaron la participación de Molina como integrante de un plan sistemático de exterminio. Además pidieron la nulidad de los testigos no abogados presentados como prueba por el Colegio de Abogados.
Luego de un cuarto intermedio tuvieron lugar las réplicas. La Fiscalía planteó entre otras cuestiones: “Entendemos que Molina estaba ahí porque quería y tenía muchas ganas de estar ahí”.
En su réplica, el Dr. Sivo aclaró respecto al argumento esgrimido por la defensa acerca de la imposibilidad de aplicar retroactivamente las leyes, que Argentina participa activamente de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde 1945 y que desde entonces adhiere a pactos internacionales vinculados a garantizar la vigencia de derechos humanos, o sea desde antes de la última dictadura militar. Por otro lado, la querella hizo referencia a los argumentos de la defensa en relación a que Molina no fue partícipe de un plan sistemático, planteándolo particularmente en el caso de las violaciones sexuales. “No es un problema de cantidad. Si sólo un delito de ataque sexual se realizara en ese contexto, se convierte en plan sistemático” expresó Sivo y agregó: “Es evidente que Molina estaba por propia voluntad”.
Luego de la réplica del Dr. Sivo, le tocó el turno al Colegio de Abogados. El Dr. Rodríguez expresó su descontento con los fundamentos de la defensa y con el pedido de nulidad parcial de los testigos presentados por el Colegio de Abogados. “Jamás fueron objetados los testimonios” expresó Rodríguez.
Sobre el final, el juzgado le expresó a Molina que era su última posibilidad de declarar. Molina salió de ese estado casi catatónico en el que se lo vio en cada una de las audiencias, se paró lentamente y dijo: “Ante Dios juro que soy inocente”. El miércoles 9 a las 12:00 se dará a conocer la sentencia.
viernes, 4 de junio de 2010
ALEGATO DE LAS QUERELLAS 02.06.2010
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO RAFAEL MOLINA
La querella a cargo del doctor César Sivo solicitó la reclusión perpetua, accesorias legales y costas para el ex sub jefe de la Base Aérea de Mar del plata, Gregorio Rafael Molina. El Colegio de Abogados hizo su pedido en el mismo sentido. Reclamaron que la condena se haga efectiva en una cárcel común.
El alegato de la querella consideró que “no importa que en la ejecución la reclusión y la prisión sean lo mismo, pero sí importa que la sociedad entienda que estos delitos cometidos de esta forma merecen una pena de reclusión perpetua, y no la pena de prisión perpetua”. En tanto que reforzó: “la reclusión perpetua se impone como un dato simbólico de justicia”.
A diferencia de la Fiscalía, el doctor Sivo pidió la condena del represor por todos los casos por los que se lo elevó a juicio en el Tribunal Oral Federal marplatense. Consideró que existe prueba suficiente e instó al tribunal a ponerse en el lugar de las víctimas. “Un juicio oral es la vida que corre frente a un tribunal”, reflexionó.
De esta forma instó a que los jueces declaren culpable a Molina “en orden a los delitos de homicidio agravado por ensañamiento, alevosía y con el concurso premeditado de dos o más personas de los que fueron víctimas Norberto Oscar Centeno y Jorge Roberto Candeloro”. Como así también “por la privación ilegítima de la libertad agravada por el uso de la violencia y por ser funcionario público, y por los delitos de imposición de tormentos a los presos, agravado por ser estos perseguidos políticos” respecto de 38 personas.
También se le imputó “la violación en forma reiterada en tres oportunidades a una víctima y dos veces a la otra, y violación en grado de tentativa respecto de una de las víctimas agravado por la calidad del autor encargado de la guarda de las mismas”.
En tanto, la querella del Colegio de Abogados acompañó este pedido con un alegato en el que reivindicaron el rol que cumplió dicha institución en la búsqueda de la verdad de los letrados secuestrados, torturados y algunos asesinados durante la denominada “Noche de las corbatas”.
miércoles, 2 de junio de 2010
ALEGATO DE LA FISCALIA 01.06.2010
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO RAFAEL MOLINA
La Fiscalía pidió perpetua para el represor Molina
El ministerio público requirió la prisión perpetua, accesorias legales y costas para Gregorio Rafael Molina, ex sub jefe de la Base Aérea de Mar del Plata durante la última dictadura cívico militar, en el comienzo de los alegatos por el juicio que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de esta ciudad.
En el alegato se recordaron los testimonios considerados claves en la confirmación de que el represor estuvo a cargo del ex centro clandestino de detención conocido como “La Cueva”. “Dirigía tropa, estaba a cargo de la neurálgica sección de inteligencia, mandaba (aunque no era el jefe), formaba parte de las patotas, era instructor de soldados, se ocupaba de la custodia del máximo jefe de la Fuerza Aérea, violó a las mujeres aprovechando su poder sobre el lugar”, enumeró el fiscal Daniel Adler.
A Molina se le imputan las muertes de los doctores Norberto Oscar Centeno y Jorge Roberto Candeloro, tres violaciones y tres accesos sexuales, uno en calidad de tentativa.
Además debe responder como coautor de privación ilegal e ilegítima de la libertad agravada en 38 oportunidades “por haber sido cometida por un funcionario público con abuso de sus funciones y con violencia y tormentos agravados por tratarse las víctimas de perseguidos políticos”.
martes, 1 de junio de 2010
NOTA LUIS GERARDO DEL GIOVANNINO
Mayo 2010
El testigo es morrudo, impecablemente vestido de traje, como quien concurre a una cita muy esperada. Entra a paso firme, sin mirar al acusado, se sienta frente al tribunal Federal Oral de Mar del Plata y con su particular cadencia provinciana y sus tonalidad correntina empieza a desgranar pacientemente una trama de horror que ya todos suponíamos pero nade había podido ratificar así desde ese lugar. Hay una vieja frase que me viene a la memoria, que decía que si Argentina entraba en guerra Corrientes nos iba a ayudar y el correntino nos ayudó.
Volví a los Tribunales Federales de Mar del Plata a presenciar una de las audiencias claves del segundo juicio que por delitos de lesa humanidad cometidos durante la ultima dictadura militar se le sigue a un tal Molina apodado el Zapo, quien con el grado de teniente de Aeronáutica tuvo bajo su control el centro clandestino de detención “La Cueva” ubicado en la cabecera de la pista de aterrizaje del Aeropuerto de Mar del Plata.
Ya casi paso un año del primer juicio registrado aquí, por la muerte y desaparición de Carlos Labolita, aquel militante peronista de la ciudad de Las Flores. Los que estamos somos casi los mismos, aquellos que buscan desenmarañar los grandes interrogantes que tienen sobre el destino de sus familiares y amigos y aquellos que no nos resignamos a perder la oportunidad histórica de develar la sucedido en Argentina y de conocer las responsabilidades que les caben a quienes aún caminan a nuestro lado protegidos por la impunidad que brindan los años pasados, de silencio y olvido.
Ahora, en esta oportunidad se empieza a correr el velo de los hechos acontecidos aquí y este ex militar del grupo de inteligencia que comandaba los operativos ordenados desde la base aérea y que hasta ahora ha guardado silencio, es juzgado por la desaparición y muerte de unos abogados en la denominada “noche de las corbatas” y por tortura, abusos y violaciones a mujeres detenidas en aquella desolada construcción enterrada en un extremo de la base aérea.
Este testigo de hoy, un señor casi cincuentón, padre de cinco hijos, del cual una acordada de la Corte nos impide nombrar con su nombre y apellido, era por aquel entonces un muchacho de 20 años; un colimba correntino que cumplía su servicio militar en el área de comunicaciones y que por escasez de conscriptos terminó haciendo guardias en aquel horroroso lugar, siendo testigo de hechos que jamás pudo olvidar y que hoy tuvo la oportunidad de contar al tribunal con lujo de detalles y consideraciones menores que avalan la verdad de sus dichos.
Sus recuerdos corrían libremente desde el olor a perfume que despedía el teniente siempre pulcro y aseado, hasta el uso de la pista de aterrizaje, en horario nocturno sin el control de la torre del aeropuerto, por parte de un avión de la armada que era guardado en un angár y al que lo cargaban con bultos de gran tamaño “como si fueran personas” -incluso detalló que en una ocasión se comentaba de la “existencia de una bolsa llena de dedos”- que realizaba vuelos nocturnos de unos cuarenta minutos y que volvía sin su carga al mismo destino.
Pero a todo lo visto y oído, se suman dos sorpresas acaso inesperadas para quienes estábamos en la sala. Aquel conscripto atendía los teléfonos de la base y como buen operador pedía los nombres de los que llamaban, los motivos por lo que lo hacían y con quienes querían hablar. Es sabido que los militares de mas alto rango no querían se interrumpidos por cualquier sonsera y el miliquito debía vérselas en figurilla para pasar aquellas llamadas inoportunas. Por eso recordaba algunos nombres de los que mas asiduamente llamaban a la base, “rompiendo las peloteas por los habeas corpus, textual. No dudo en recordar dos nombres emblemáticos, uno de ellos era igual al de una marca de neumáticos y el otro lo recordaba quizás por ser muy corto y de origen Holandés.
Pero cuando estaba todo dicho, de su prodigiosa memoria surgió una historia que de haber se conocido por aquel entonces quizás le hubiera costado la vida. Durante una guardia en la cueva, tuvo que acompañar a un secuestrado hasta el baño para que pudiera hacer sus necesidades y entro en conversación con él. Las ordenes de los superiores indicaban que cuando iban a tener contacto visual debían cubrirse el rostro con unas capuchas de tela de lona como la de los camiones, tanto el detenido como el carcelero. Durante una breve conversación pudo enterarse que ese prisionero era un abogado o sindicalista de Mar del Plata -aquí su reato es impreciso- y que nadie de su familia sabia que estaba secuestrado allí. Entonces aquel conscripto en un acto tan humano como irracional, le acerco un papel y una birome para que pudiera escribir una esquela a sus familiares que él le llevaría personalmente. El detenido según el relato del testigo, dudó de que no se tratara de una trampa mas, pero finalmente accedió a esa única oportunidad.
Pasaron treinta y tres años, cuando el testigo llegó a la ciudad, aterrizó en el mismo aeropuerto que fuera asiento de aquel horror y con el taxi busco sin éxito, la casa donde por aquel entonces no se animó a golpear, quizás por miedo, por no saber que decir o por no asumir un compromiso que le podía costar su propia vida y dejo bajo la puerta aquella carta escrita a los apuros y en condiciones extremadamente comprometida, desde la clandestinidad.
Nunca supo el final de aquella historia de improvisado cartero, si acaso el detenido salvo su vida, o si aquella fue su última señal y despedida involuntaria de su familia. Solo mencionó que luego de concluir el servicio militar intentó olvidarse rápidamente de aquella acción inconciente que le podría haber salido muy cara; al fin de cuentas ningún cartero conoce el final que le depara el destino a su correspondencia. Hoy volvió a recordarla, porque no pudo olvidar y con su testimonio buscó cerrar aquella puerta que había quedado abierta en su memoria.
sábado, 29 de mayo de 2010
"SE CONFIRMA LA CONEXIÓN CIVIL EN EL ACCIONAR DE LA CUEVA"
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO RAFAEL MOLINA
ENTREVISTA A NATALIA MESSINEO
Natalia Messineo, abogada querellante de la causa que se le sigue al represor Gregorio Rafael Molina en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata explica la trascendencia del testimonio del ex conscripto tanto en esta causa como en las que vendrán y la importancia de la conexión civil.
¿Por qué tiene relevancia el testimonio del ex conscripto?
Porque viene a confirmar lo que se viene sospechando y lo que se viene investigando desde hace años. Por un lado la existencia de los vuelos de la muerte en Mar del Plata. No sólo el funcionamiento de La Cueva, la existencia de personas secuestradas allí, quiénes eran los torturadores. Confirma que Molina era de Inteligencia, confirma que participaba de los operativos, era quien ingresaba a La Cueva a torturar y también la conexión civil que existía y que nosotros lo venimos denunciando tanto en la causa penal como en el jury contra Hooft. La conexión civil entre el GADA y abogados de la ciudad de Mar del Plata, en concreto el doctor Cincotta que estuvo procesado en la causa de La Cueva por crímenes de lesa humanidad y el doctor Hooft que llamaba al centro clandestino de detención en relación a los habeas corpus que se presentaban. Lo que era relevante es que Hooft pedía directamente comunicarse con la sección de inteligencia. Mientras cuando uno presentaba el habeas corpus, los oficios que pedía un juez para saber si las personas estaban detenidas no eran de la sección de inteligencia eran del GADA, la Armada y la comisaría, y él pedía directamente comunicarse con la sección de inteligencia. Eso era una cuestión oculta, salvo para las personas que tenían conocimiento que ahí funcionaba un centro clandestino de detención y que ahí se secuestraba gente.
¿Todo esto aporta datos para las próximas causas?
Primero confirma que en La Cueva, que es lo que vienen sosteniendo los testigos, había un funcionamiento inter-fuerza. Muchas de las víctimas sobrevivientes que declararon en el juicio hablaron de la Marina, se declaró que había un soldado que era de la Marina que estaba secuestrado en la cueva y que venían específicamente de la Base Naval a torturarlo a La Cueva. Y por el otro lado confirma que de la base naval los vuelos de la muerte salían de la Cueva porque el aeropuerto estaba ahí. Demuestra la conexión en el aparato represivo de la ciudad.
¿Este testimonio tiene trascendencia en el jury al juez Pedro Federico Hooft?
Nosotros vamos a pedir que se incorpore tanto este testimonio como los testimonios de (Rubén) Junco y (Carlos) Márquez. Y acá me parece que sella definitivamente la suerte de Hooft. Más allá de que está protegido por la Suprema Corte, en cuanto al no avance del recurso que él interpuso el año pasado, ahora no es solo un análisis de la prueba documental que nosotros hacemos y de los dichos de las víctimas, si no que hay un conscripto que estaba en comunicaciones y que dice que Hooft se comunicaba con el Servicio de Inteligencia donde estaba Molina y Cerrutti. Y que Hooft decía que “va a ir Cincotta” que era un CNU que colaboraba con la Triple A y que participó de secuestros. Digamos que le pone el moño a lo que nosotros venimos sosteniendo desde hace cuatro años.
RESUMEN AUDIENCIAS. 21-05-10
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO MOLINA
TESTIGO PROTEGIDO
“A la gente se la dopaba y después se la tiraba de los aviones”
Un testigo clave en la causa que se le sigue al represor Gregorio Rafael Molina declaró este viernes en el marco de la séptima audiencia. Se trata de un ex conscripto en 1976 que confirmó la existencia de los “vuelos de la muerte” y de haber escuchado rumores “vox populi” sobre las violaciones que el imputado hacía sobre las mujeres.
“El tipo las obligaba y las violaba. No sabemos como hacía porque el lugar (el ex centro clandestino de detención La Cueva) era muy chico y se escuchaba todo”, explicó el declarante del que se preservó su identidad por cuestiones de seguridad.“
Era vox populi que a la gente se la dopaba y después se la tiraba desde los aviones”, aseguró el testigo al tiempo que recordó que los vuelos no duraban más de 40 minutos. Y contó que Molina participaba de los “allanamientos”.
Confirmó también que los soldados le decían “Charles Bronson” o “El Sapo”, entre otros datos particulares como que le gustaba andar armado con cuchillos y granadas, usaba insignia de oficial y anillos. Aseguró que generalmente se lo veía con carpetas en las que “tenía las fotos de personas que iban a buscar”.
En su declaración dejó clara la vinculación que tenía la Base Naval con el resto de las Fuerzas y dio nombres de civiles que tenían frecuente contacto telefónico con esta división. Entre ellos mencionó al abogado Eduardo Cincotta, fallecido en septiembre de 2009, imputado como integrante de la triple A, y al juez Pedro Federico Hooft, con pedido de jury desde 2006.
RESUMEN AUDIENCIAS. 21-05-10
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO MOLINA
TESTIGO PROTEGIDO
“A la gente se la dopaba y después se la tiraba de los aviones”
Un testigo clave en la causa que se le sigue al represor Gregorio Rafael Molina declaró este viernes en el marco de la séptima audiencia. Se trata de un ex conscripto en 1976 que confirmó la existencia de los “vuelos de la muerte” y de haber escuchado rumores “vox populi” sobre las violaciones que el imputado hacía sobre las mujeres.
“El tipo las obligaba y las violaba. No sabemos como hacía porque el lugar (el ex centro clandestino de detención La Cueva) era muy chico y se escuchaba todo”, explicó el declarante del que se preservó su identidad por cuestiones de seguridad.“
Era vox populi que a la gente se la dopaba y después se la tiraba desde los aviones”, aseguró el testigo al tiempo que recordó que los vuelos no duraban más de 40 minutos. Y contó que Molina participaba de los “allanamientos”.
Confirmó también que los soldados le decían “Charles Bronson” o “El Sapo”, entre otros datos particulares como que le gustaba andar armado con cuchillos y granadas, usaba insignia de oficial y anillos. Aseguró que generalmente se lo veía con carpetas en las que “tenía las fotos de personas que iban a buscar”.
En su declaración dejó clara la vinculación que tenía la Base Naval con el resto de las Fuerzas y dio nombres de civiles que tenían frecuente contacto telefónico con esta división. Entre ellos mencionó al abogado Eduardo Cincotta, fallecido en septiembre de 2009, imputado como integrante de la triple A, y al juez Pedro Federico Hooft, con pedido de jury desde 2006.
RESUMEN AUDIENCIAS. 20-05-10 (PARTE I)
En el marco del juicio al represor Gregorio Rafael Molina por delitos de lesa humanidad que tiene lugar en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, declaró el Dr. Luis Rafaghelli quien estuvo detenido en la comisaría Cuarta y fue trasladado en dos oportunidades al Centro Clandestino de Detención “La Cueva” para ser torturado. También declaró el Dr. Carlos Márquez, quien fuera secretario del Colegio de Abogados cuando ocurrió el trágico suceso conocido como “La Noche de las Corbatas”.
El último testigo de la mañana fue el escribano Roberto Oscar Pagni, quien se desempeñó como conscripto bajo las órdenes de Molina en la Base Aérea desde 1979 a 1980. Por su parte, no concurrió a declarar el abogado Miguel Angel Nicosia. Nicosia fue convocado ya que según Rafaghelli, tuvo la oportunidad de ver los listados de los “traslados de la muerte” de prisioneros cuando se desempeñaba como conscripto en la Base Aérea.
Luego del receso del mediodía se realizó una inspección ocular en el Centro Clandestino “La Cueva”. Durante la inspección, los jueces junto a la defensa y la querella recorrieron el centro clandestino ubicado en el predio de la Fuerza Aérea Argentina. Allí pudieron comprobar las descripciones realizadas por las personas que estuvieron secuestradas en “La Cueva”. Una vez finalizado este procedimiento, las partes se trasladaron nuevamente al Tribunal Oral Federal para tomarle declaración a Alberto José Bolgeri.
El Dr. Luis Rafaghelli relató que en abril de 1976 se desempeñaba como abogado laboralista en un estudio en Quequén y que el día 20 de ese mes al llegar a su estudio, éste estaba tomado por una patrulla militar y efectivos de la policía. Ahí mismo fue encapuchado, atado con alambre y sometido a una brutal golpiza. Pudo oír que se referían al operativo como “Operativo Tordo”. Alcanzó a ver a Larrea, de la policía de Necochea, quien le aclaró que todo era responsabilidad del ejército. Su hermana Mónica, que colaboraba con él en el estudio también fue detenida y llevada junto a él a la Comisaría Central de Necochea en un Torino negro. Ahí fue nuevamente torturado e interrogado y luego trasladado a la Comisaría Cuarta de Mar del Plata, adonde estuvo detenido hasta el 16 de agosto de 1976. En dicha Comisaría estuvo 37 días incomunicado hasta que en el mes de junio ingresó a un pabellón en el que había otros prisioneros de Necochea: Povilaitis, Aramburu, la hija del Juex Vallejos, Garamendy, Del Prado, la hija de Aramburu, un médico de apellido Funes que salió el mismo día que él y Martínez Tecco. También estuvo con Amilcar González y un muchacho de apellido Starita, que se encuentra desaparecido, con quien jugó al ajedrez. En los primeros momentos de su detención, probablemente 4 ó 5 días, fue llevado a la Base Aérea, a un lugar que él considera como “La Cueva”. Una semana después fue llevado nuevamente y en ambas oportunidades fue brutalmente torturado con picana eléctrica y amenazado de muerte. Ante las preguntas del Fiscal Adler, Rafaghelli dijo que era muy difícil identificar a los responsables de ese centro clandestino ya que estuvo permanentemente encapuchado, pero le consta que miembros de la policía y de la Fuerza Aérea como Garrera, Assad, Berisso, Tocalino y Barda eran parte de ese circuito. Recordó que en una oportunidad el comisario Asad se acercó para decirle que el Coronel Berisso había preguntado por él ya que en Necochea un familiar había visto que la policía usaba su auto, y que al exigirle información, se le dijo que estaba detenido en Mar del Plata.
Recordó que las noches de los traslados desde la Cuarta a “La Cueva” había bromas hacia los detenidos y se les decía: “¡Esta noche van a bailar!”. Precisó que salían por una puerta lateral de la comisaría y que en las dos oportunidades que fue llevado a “La Cueva” lo encapucharon y lo introdujeron a él solo en el piso de un auto, no pudiendo ver a nadie ni identificar voces ya que los que conducían el vehículo no le dirigían la palabra. Respecto de los dos interrogatorios que sufrió dijo que el primero fue más “primitivo” ya que le preguntaban cuestiones muy generales, en el segundo lo interrogaron acerca de abogados y jueces de Mar del Plata, entre ellos por el Dr. Centeno y una abogada cuyo nombre no recuerda. Pero él piensa que su secuestro fue una represalia vinculada a su actividad laboral. En el interrogatorio había 3 ó 4 personas y una de ellas, con voz chillona, era la que dirigía la sesión de torturas que ocurría en una camilla. En el primer interrogatorio le preguntaron por un folleto acerca de armas que supuestamente habían encontrado en su biblioteca, lo que era un absurdo. Cree que como sabían que él no podía darles información relevante hasta el torturador se cansó. Permanentemente había carcajadas a su alrededor y funcionaban como un equipo. Cree que el primer interrogatorio debe haber durado una hora y el otro algo menos. En ambas oportunidades fue regresado a la Comisaría Cuarta. En agosto lo llamaron y le hicieron saber que iba a ser trasladado, haciéndole firmar una notificación de salida de la comisaría cuarta. Pero como lo llevaron esposado pensó que lo iban a matar. En el vehiculo en el que lo pusieron estaba el médico de apellido Funes que mencionó previamente y ambos fueron llevado al GADA, adonde de manera individual se entrevistaron con Barda en su despacho. Barda le dijo “Usted va a ser dejado en libertad, pero le advertimos que ante cualquier otra denuncia va a volver aquí con los pies para adelante”. Rafaghelli le preguntó quien podría denunciarlo y obviamente no obtuvo respuesta. También se refirió a la Biblia que Barda tenía en su escritorio y le dijo que todo lo que él había padecido en su detención cuando era torturado no se condecía con los principios cristianos. Rafaghelli le hizo notar que era la primera vez que veía a alguien cara a cara. Recuerda que también le comentó a Barda lo difícil que le iba a resultar reinsertarse en su pueblo, a lo que Barda le respondió que se mudara o que se fuera del país. De hecho Rafaghelli tuvo prohibida la entrada al Ministerio de Trabajo hasta 1980. En relación a los dichos de Barda respecto de posibles nuevas denuncias en su contra Rafaghelli piensa que el único episodio que puede vincularse directamente con su secuestro del día 20 de abril, es que el 14 de abril había ganado un juicio de reinstalación de un delegado en el Astillero Nahuel. Vanoli era un empresario de este astillero y formaba parte del “Círculo de Amigos de las FFAA”. El intendente de facto de Necochea fue puesto por este Círculo.
Respecto de Nicosia, Rafaghelli dijo que habían sido amigos durante la infancia y que habían estudiado juntos en La Plata, que lo volvió a ver en 1985 ó 1986 y que en esa oportunidad le comentó que su madre lo había visto en la Base en circunstancias de un trámite vinculado a su detención. Nicosia le contó entonces que haciendo el servicio militar como administrativo en la Base Aérea pudo ver los listados de los “trasladados de la muerte” y que al verlo a él le mencionó a un Capitán que lo conocía.
Cuando los abogados de la querella le preguntaron acerca de la extensión del daño sufrido, Rafaghelli dijo que si bien eran cuestiones muy personales y que agradecía haber podido continuar en el ejercicio de su profesión y haber sido concejal, había sufrido el síndrome de guerra y tuvo que recurrir a asistencia sicológica. Con emoción dijo que las huellas se sobrellevan pero que no se borran jamás. También dijo que a pesar de que el daño es inmensurable, particularmente para aquellos que perdieron a sus seres queridos, el hecho de que finalmente se esté juzgando a los militares es un hecho reparador, no sólo para las víctimas sino para la sociedad en su conjunto.
Ante una pregunta que le hizo el representante del Colegio de Abogados respecto de la actuación de esta institución en aquellos momentos, Rafaghelli contestó que él había recibido solidaridad por parte de algunos de sus integrantes y citó al Dr. Paris, al Dr. Márquez y al Dr. Bernal. También dijo en relación a otra pregunta vinculada al ejercicio de su profesión que en 1978 tomó la decisión de proseguir con el juicio de su cliente al momento del secuestro y que lo ganó. Pero que le costó mucho desde lo espiritual iniciar esta demanda y encontrar la libertad interior que debe tener un abogado para llevar adelante un caso. El mayor desafío fue vencer su propio temor, dijo Rafaghelli. Esto no era sencillo ya que dadas las circunstancias que todavía se vivían en otro caso de despidos en una empresa pesquera que él defendió, fue amenazado por el interventor del Ministerio de Trabajo.
El Dr. Carlos Márquez se desempeñaba como secretario del Colegio de Abogados en 1977. Había ingresado al mismo en 1964 cuando era estudiante de primer año de la carrera de abogacía. Ahí tuvo la oportunidad de conocer a todos los colegas que luego resultaron víctimas de la “Noche de las Corbatas”. A su criterio, este episodio no tiene comparación con ningún otro atropello sufrido por abogados dada la magnitud y gravedad del mismo. Agregó que fue conmocionante y generó terror e incertidumbre. A partir de este hecho el Colegio de Abogados se declaró en sesión permanente y pidió el auxilio de las autoridades del Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires y de la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA). Supieron que la conmoción en el exterior había sido enorme por lo que representaba la figura del Dr. Centeno. El, particularmente había tenido relación con los Dres. Ricci, Candeloro, Arestín, Fresneda y Alais. Ellos habían sido profesionales comprometidos con su tiempo y se habían dedicado a la defensa de los derechos de los trabajadores. Márquez dijo que a su manera de ver él no tenía dudas en vincular el secuestro con sus respectivas trayectorias.
Respecto de actuaciones puntuales del Colegio mencionó que hubo documentos que se anexaron a la causa, que se solicitó información a Barda, que se pidieron entrevistas con las máximas autoridades del gobierno de facto y se logó una con el Ministro del Interior Albano Harguindeguy. Pero todas fueron infructuosas. Respecto de la liberación de Bozzi y Ricci y las versiones que circularon en los diarios en el sentido de que habían sido secuestrados por una organización guerrillera, más precisamente los Montoneros, Márquez dijo que nunca hubo dudas de que esto era una mentira. Frente a una pregunta que le hizo el Dr. Sivo respecto del rol de la Justicia dijo que jueces héroes no hubo, y que de haberlos habido estarían muertos. Aseguró que el Poder Judicial tuvo “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Cuando se le preguntó si sabía de la existencia de informantes civiles en aquella época o si se había hablado de esto con Harguindeguy, dijo que no figuraba en las actas del Colegio. Pero que a principios de la década del ´70 los abogados de Mar del Plata tuvieron posiciones ideológicas y políticas muy diferentes, que el clima era terrible ya que había colegas en bandos irreconciliables y absolutamente enfrentados previamente al golpe de estado. Luego del golpe hubo miedo y silencio.
El último testigo de la mañana fue el escribano Roberto Oscar Pagni, quien se desempeñó como conscripto bajo las órdenes de Molina en la Base Aérea desde 1979 a 1980. Por su parte, no concurrió a declarar el abogado Miguel Angel Nicosia. Nicosia fue convocado ya que según Rafaghelli, tuvo la oportunidad de ver los listados de los “traslados de la muerte” de prisioneros cuando se desempeñaba como conscripto en la Base Aérea.
Luego del receso del mediodía se realizó una inspección ocular en el Centro Clandestino “La Cueva”. Durante la inspección, los jueces junto a la defensa y la querella recorrieron el centro clandestino ubicado en el predio de la Fuerza Aérea Argentina. Allí pudieron comprobar las descripciones realizadas por las personas que estuvieron secuestradas en “La Cueva”. Una vez finalizado este procedimiento, las partes se trasladaron nuevamente al Tribunal Oral Federal para tomarle declaración a Alberto José Bolgeri.
El Dr. Luis Rafaghelli relató que en abril de 1976 se desempeñaba como abogado laboralista en un estudio en Quequén y que el día 20 de ese mes al llegar a su estudio, éste estaba tomado por una patrulla militar y efectivos de la policía. Ahí mismo fue encapuchado, atado con alambre y sometido a una brutal golpiza. Pudo oír que se referían al operativo como “Operativo Tordo”. Alcanzó a ver a Larrea, de la policía de Necochea, quien le aclaró que todo era responsabilidad del ejército. Su hermana Mónica, que colaboraba con él en el estudio también fue detenida y llevada junto a él a la Comisaría Central de Necochea en un Torino negro. Ahí fue nuevamente torturado e interrogado y luego trasladado a la Comisaría Cuarta de Mar del Plata, adonde estuvo detenido hasta el 16 de agosto de 1976. En dicha Comisaría estuvo 37 días incomunicado hasta que en el mes de junio ingresó a un pabellón en el que había otros prisioneros de Necochea: Povilaitis, Aramburu, la hija del Juex Vallejos, Garamendy, Del Prado, la hija de Aramburu, un médico de apellido Funes que salió el mismo día que él y Martínez Tecco. También estuvo con Amilcar González y un muchacho de apellido Starita, que se encuentra desaparecido, con quien jugó al ajedrez. En los primeros momentos de su detención, probablemente 4 ó 5 días, fue llevado a la Base Aérea, a un lugar que él considera como “La Cueva”. Una semana después fue llevado nuevamente y en ambas oportunidades fue brutalmente torturado con picana eléctrica y amenazado de muerte. Ante las preguntas del Fiscal Adler, Rafaghelli dijo que era muy difícil identificar a los responsables de ese centro clandestino ya que estuvo permanentemente encapuchado, pero le consta que miembros de la policía y de la Fuerza Aérea como Garrera, Assad, Berisso, Tocalino y Barda eran parte de ese circuito. Recordó que en una oportunidad el comisario Asad se acercó para decirle que el Coronel Berisso había preguntado por él ya que en Necochea un familiar había visto que la policía usaba su auto, y que al exigirle información, se le dijo que estaba detenido en Mar del Plata.
Recordó que las noches de los traslados desde la Cuarta a “La Cueva” había bromas hacia los detenidos y se les decía: “¡Esta noche van a bailar!”. Precisó que salían por una puerta lateral de la comisaría y que en las dos oportunidades que fue llevado a “La Cueva” lo encapucharon y lo introdujeron a él solo en el piso de un auto, no pudiendo ver a nadie ni identificar voces ya que los que conducían el vehículo no le dirigían la palabra. Respecto de los dos interrogatorios que sufrió dijo que el primero fue más “primitivo” ya que le preguntaban cuestiones muy generales, en el segundo lo interrogaron acerca de abogados y jueces de Mar del Plata, entre ellos por el Dr. Centeno y una abogada cuyo nombre no recuerda. Pero él piensa que su secuestro fue una represalia vinculada a su actividad laboral. En el interrogatorio había 3 ó 4 personas y una de ellas, con voz chillona, era la que dirigía la sesión de torturas que ocurría en una camilla. En el primer interrogatorio le preguntaron por un folleto acerca de armas que supuestamente habían encontrado en su biblioteca, lo que era un absurdo. Cree que como sabían que él no podía darles información relevante hasta el torturador se cansó. Permanentemente había carcajadas a su alrededor y funcionaban como un equipo. Cree que el primer interrogatorio debe haber durado una hora y el otro algo menos. En ambas oportunidades fue regresado a la Comisaría Cuarta. En agosto lo llamaron y le hicieron saber que iba a ser trasladado, haciéndole firmar una notificación de salida de la comisaría cuarta. Pero como lo llevaron esposado pensó que lo iban a matar. En el vehiculo en el que lo pusieron estaba el médico de apellido Funes que mencionó previamente y ambos fueron llevado al GADA, adonde de manera individual se entrevistaron con Barda en su despacho. Barda le dijo “Usted va a ser dejado en libertad, pero le advertimos que ante cualquier otra denuncia va a volver aquí con los pies para adelante”. Rafaghelli le preguntó quien podría denunciarlo y obviamente no obtuvo respuesta. También se refirió a la Biblia que Barda tenía en su escritorio y le dijo que todo lo que él había padecido en su detención cuando era torturado no se condecía con los principios cristianos. Rafaghelli le hizo notar que era la primera vez que veía a alguien cara a cara. Recuerda que también le comentó a Barda lo difícil que le iba a resultar reinsertarse en su pueblo, a lo que Barda le respondió que se mudara o que se fuera del país. De hecho Rafaghelli tuvo prohibida la entrada al Ministerio de Trabajo hasta 1980. En relación a los dichos de Barda respecto de posibles nuevas denuncias en su contra Rafaghelli piensa que el único episodio que puede vincularse directamente con su secuestro del día 20 de abril, es que el 14 de abril había ganado un juicio de reinstalación de un delegado en el Astillero Nahuel. Vanoli era un empresario de este astillero y formaba parte del “Círculo de Amigos de las FFAA”. El intendente de facto de Necochea fue puesto por este Círculo.
Respecto de Nicosia, Rafaghelli dijo que habían sido amigos durante la infancia y que habían estudiado juntos en La Plata, que lo volvió a ver en 1985 ó 1986 y que en esa oportunidad le comentó que su madre lo había visto en la Base en circunstancias de un trámite vinculado a su detención. Nicosia le contó entonces que haciendo el servicio militar como administrativo en la Base Aérea pudo ver los listados de los “trasladados de la muerte” y que al verlo a él le mencionó a un Capitán que lo conocía.
Cuando los abogados de la querella le preguntaron acerca de la extensión del daño sufrido, Rafaghelli dijo que si bien eran cuestiones muy personales y que agradecía haber podido continuar en el ejercicio de su profesión y haber sido concejal, había sufrido el síndrome de guerra y tuvo que recurrir a asistencia sicológica. Con emoción dijo que las huellas se sobrellevan pero que no se borran jamás. También dijo que a pesar de que el daño es inmensurable, particularmente para aquellos que perdieron a sus seres queridos, el hecho de que finalmente se esté juzgando a los militares es un hecho reparador, no sólo para las víctimas sino para la sociedad en su conjunto.
Ante una pregunta que le hizo el representante del Colegio de Abogados respecto de la actuación de esta institución en aquellos momentos, Rafaghelli contestó que él había recibido solidaridad por parte de algunos de sus integrantes y citó al Dr. Paris, al Dr. Márquez y al Dr. Bernal. También dijo en relación a otra pregunta vinculada al ejercicio de su profesión que en 1978 tomó la decisión de proseguir con el juicio de su cliente al momento del secuestro y que lo ganó. Pero que le costó mucho desde lo espiritual iniciar esta demanda y encontrar la libertad interior que debe tener un abogado para llevar adelante un caso. El mayor desafío fue vencer su propio temor, dijo Rafaghelli. Esto no era sencillo ya que dadas las circunstancias que todavía se vivían en otro caso de despidos en una empresa pesquera que él defendió, fue amenazado por el interventor del Ministerio de Trabajo.
El Dr. Carlos Márquez se desempeñaba como secretario del Colegio de Abogados en 1977. Había ingresado al mismo en 1964 cuando era estudiante de primer año de la carrera de abogacía. Ahí tuvo la oportunidad de conocer a todos los colegas que luego resultaron víctimas de la “Noche de las Corbatas”. A su criterio, este episodio no tiene comparación con ningún otro atropello sufrido por abogados dada la magnitud y gravedad del mismo. Agregó que fue conmocionante y generó terror e incertidumbre. A partir de este hecho el Colegio de Abogados se declaró en sesión permanente y pidió el auxilio de las autoridades del Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires y de la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA). Supieron que la conmoción en el exterior había sido enorme por lo que representaba la figura del Dr. Centeno. El, particularmente había tenido relación con los Dres. Ricci, Candeloro, Arestín, Fresneda y Alais. Ellos habían sido profesionales comprometidos con su tiempo y se habían dedicado a la defensa de los derechos de los trabajadores. Márquez dijo que a su manera de ver él no tenía dudas en vincular el secuestro con sus respectivas trayectorias.
Respecto de actuaciones puntuales del Colegio mencionó que hubo documentos que se anexaron a la causa, que se solicitó información a Barda, que se pidieron entrevistas con las máximas autoridades del gobierno de facto y se logó una con el Ministro del Interior Albano Harguindeguy. Pero todas fueron infructuosas. Respecto de la liberación de Bozzi y Ricci y las versiones que circularon en los diarios en el sentido de que habían sido secuestrados por una organización guerrillera, más precisamente los Montoneros, Márquez dijo que nunca hubo dudas de que esto era una mentira. Frente a una pregunta que le hizo el Dr. Sivo respecto del rol de la Justicia dijo que jueces héroes no hubo, y que de haberlos habido estarían muertos. Aseguró que el Poder Judicial tuvo “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Cuando se le preguntó si sabía de la existencia de informantes civiles en aquella época o si se había hablado de esto con Harguindeguy, dijo que no figuraba en las actas del Colegio. Pero que a principios de la década del ´70 los abogados de Mar del Plata tuvieron posiciones ideológicas y políticas muy diferentes, que el clima era terrible ya que había colegas en bandos irreconciliables y absolutamente enfrentados previamente al golpe de estado. Luego del golpe hubo miedo y silencio.
RESUMEN AUDIENCIAS. 20-05-10 (PARTE I)
En el marco del juicio al represor Gregorio Rafael Molina por delitos de lesa humanidad que tiene lugar en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, declaró el Dr. Luis Rafaghelli quien estuvo detenido en la comisaría Cuarta y fue trasladado en dos oportunidades al Centro Clandestino de Detención “La Cueva” para ser torturado. También declaró el Dr. Carlos Márquez, quien fuera secretario del Colegio de Abogados cuando ocurrió el trágico suceso conocido como “La Noche de las Corbatas”.
El último testigo de la mañana fue el escribano Roberto Oscar Pagni, quien se desempeñó como conscripto bajo las órdenes de Molina en la Base Aérea desde 1979 a 1980. Por su parte, no concurrió a declarar el abogado Miguel Angel Nicosia. Nicosia fue convocado ya que según Rafaghelli, tuvo la oportunidad de ver los listados de los “traslados de la muerte” de prisioneros cuando se desempeñaba como conscripto en la Base Aérea.
Luego del receso del mediodía se realizó una inspección ocular en el Centro Clandestino “La Cueva”. Durante la inspección, los jueces junto a la defensa y la querella recorrieron el centro clandestino ubicado en el predio de la Fuerza Aérea Argentina. Allí pudieron comprobar las descripciones realizadas por las personas que estuvieron secuestradas en “La Cueva”. Una vez finalizado este procedimiento, las partes se trasladaron nuevamente al Tribunal Oral Federal para tomarle declaración a Alberto José Bolgeri.
El Dr. Luis Rafaghelli relató que en abril de 1976 se desempeñaba como abogado laboralista en un estudio en Quequén y que el día 20 de ese mes al llegar a su estudio, éste estaba tomado por una patrulla militar y efectivos de la policía. Ahí mismo fue encapuchado, atado con alambre y sometido a una brutal golpiza. Pudo oír que se referían al operativo como “Operativo Tordo”. Alcanzó a ver a Larrea, de la policía de Necochea, quien le aclaró que todo era responsabilidad del ejército. Su hermana Mónica, que colaboraba con él en el estudio también fue detenida y llevada junto a él a la Comisaría Central de Necochea en un Torino negro. Ahí fue nuevamente torturado e interrogado y luego trasladado a la Comisaría Cuarta de Mar del Plata, adonde estuvo detenido hasta el 16 de agosto de 1976. En dicha Comisaría estuvo 37 días incomunicado hasta que en el mes de junio ingresó a un pabellón en el que había otros prisioneros de Necochea: Povilaitis, Aramburu, la hija del Juex Vallejos, Garamendy, Del Prado, la hija de Aramburu, un médico de apellido Funes que salió el mismo día que él y Martínez Tecco. También estuvo con Amilcar González y un muchacho de apellido Starita, que se encuentra desaparecido, con quien jugó al ajedrez. En los primeros momentos de su detención, probablemente 4 ó 5 días, fue llevado a la Base Aérea, a un lugar que él considera como “La Cueva”. Una semana después fue llevado nuevamente y en ambas oportunidades fue brutalmente torturado con picana eléctrica y amenazado de muerte. Ante las preguntas del Fiscal Adler, Rafaghelli dijo que era muy difícil identificar a los responsables de ese centro clandestino ya que estuvo permanentemente encapuchado, pero le consta que miembros de la policía y de la Fuerza Aérea como Garrera, Assad, Berisso, Tocalino y Barda eran parte de ese circuito. Recordó que en una oportunidad el comisario Asad se acercó para decirle que el Coronel Berisso había preguntado por él ya que en Necochea un familiar había visto que la policía usaba su auto, y que al exigirle información, se le dijo que estaba detenido en Mar del Plata.
Recordó que las noches de los traslados desde la Cuarta a “La Cueva” había bromas hacia los detenidos y se les decía: “¡Esta noche van a bailar!”. Precisó que salían por una puerta lateral de la comisaría y que en las dos oportunidades que fue llevado a “La Cueva” lo encapucharon y lo introdujeron a él solo en el piso de un auto, no pudiendo ver a nadie ni identificar voces ya que los que conducían el vehículo no le dirigían la palabra. Respecto de los dos interrogatorios que sufrió dijo que el primero fue más “primitivo” ya que le preguntaban cuestiones muy generales, en el segundo lo interrogaron acerca de abogados y jueces de Mar del Plata, entre ellos por el Dr. Centeno y una abogada cuyo nombre no recuerda. Pero él piensa que su secuestro fue una represalia vinculada a su actividad laboral. En el interrogatorio había 3 ó 4 personas y una de ellas, con voz chillona, era la que dirigía la sesión de torturas que ocurría en una camilla. En el primer interrogatorio le preguntaron por un folleto acerca de armas que supuestamente habían encontrado en su biblioteca, lo que era un absurdo. Cree que como sabían que él no podía darles información relevante hasta el torturador se cansó. Permanentemente había carcajadas a su alrededor y funcionaban como un equipo. Cree que el primer interrogatorio debe haber durado una hora y el otro algo menos. En ambas oportunidades fue regresado a la Comisaría Cuarta. En agosto lo llamaron y le hicieron saber que iba a ser trasladado, haciéndole firmar una notificación de salida de la comisaría cuarta. Pero como lo llevaron esposado pensó que lo iban a matar. En el vehiculo en el que lo pusieron estaba el médico de apellido Funes que mencionó previamente y ambos fueron llevado al GADA, adonde de manera individual se entrevistaron con Barda en su despacho. Barda le dijo “Usted va a ser dejado en libertad, pero le advertimos que ante cualquier otra denuncia va a volver aquí con los pies para adelante”. Rafaghelli le preguntó quien podría denunciarlo y obviamente no obtuvo respuesta. También se refirió a la Biblia que Barda tenía en su escritorio y le dijo que todo lo que él había padecido en su detención cuando era torturado no se condecía con los principios cristianos. Rafaghelli le hizo notar que era la primera vez que veía a alguien cara a cara. Recuerda que también le comentó a Barda lo difícil que le iba a resultar reinsertarse en su pueblo, a lo que Barda le respondió que se mudara o que se fuera del país. De hecho Rafaghelli tuvo prohibida la entrada al Ministerio de Trabajo hasta 1980. En relación a los dichos de Barda respecto de posibles nuevas denuncias en su contra Rafaghelli piensa que el único episodio que puede vincularse directamente con su secuestro del día 20 de abril, es que el 14 de abril había ganado un juicio de reinstalación de un delegado en el Astillero Nahuel. Vanoli era un empresario de este astillero y formaba parte del “Círculo de Amigos de las FFAA”. El intendente de facto de Necochea fue puesto por este Círculo.
Respecto de Nicosia, Rafaghelli dijo que habían sido amigos durante la infancia y que habían estudiado juntos en La Plata, que lo volvió a ver en 1985 ó 1986 y que en esa oportunidad le comentó que su madre lo había visto en la Base en circunstancias de un trámite vinculado a su detención. Nicosia le contó entonces que haciendo el servicio militar como administrativo en la Base Aérea pudo ver los listados de los “trasladados de la muerte” y que al verlo a él le mencionó a un Capitán que lo conocía.
Cuando los abogados de la querella le preguntaron acerca de la extensión del daño sufrido, Rafaghelli dijo que si bien eran cuestiones muy personales y que agradecía haber podido continuar en el ejercicio de su profesión y haber sido concejal, había sufrido el síndrome de guerra y tuvo que recurrir a asistencia sicológica. Con emoción dijo que las huellas se sobrellevan pero que no se borran jamás. También dijo que a pesar de que el daño es inmensurable, particularmente para aquellos que perdieron a sus seres queridos, el hecho de que finalmente se esté juzgando a los militares es un hecho reparador, no sólo para las víctimas sino para la sociedad en su conjunto.
Ante una pregunta que le hizo el representante del Colegio de Abogados respecto de la actuación de esta institución en aquellos momentos, Rafaghelli contestó que él había recibido solidaridad por parte de algunos de sus integrantes y citó al Dr. Paris, al Dr. Márquez y al Dr. Bernal. También dijo en relación a otra pregunta vinculada al ejercicio de su profesión que en 1978 tomó la decisión de proseguir con el juicio de su cliente al momento del secuestro y que lo ganó. Pero que le costó mucho desde lo espiritual iniciar esta demanda y encontrar la libertad interior que debe tener un abogado para llevar adelante un caso. El mayor desafío fue vencer su propio temor, dijo Rafaghelli. Esto no era sencillo ya que dadas las circunstancias que todavía se vivían en otro caso de despidos en una empresa pesquera que él defendió, fue amenazado por el interventor del Ministerio de Trabajo.
El Dr. Carlos Márquez se desempeñaba como secretario del Colegio de Abogados en 1977. Había ingresado al mismo en 1964 cuando era estudiante de primer año de la carrera de abogacía. Ahí tuvo la oportunidad de conocer a todos los colegas que luego resultaron víctimas de la “Noche de las Corbatas”. A su criterio, este episodio no tiene comparación con ningún otro atropello sufrido por abogados dada la magnitud y gravedad del mismo. Agregó que fue conmocionante y generó terror e incertidumbre. A partir de este hecho el Colegio de Abogados se declaró en sesión permanente y pidió el auxilio de las autoridades del Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires y de la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA). Supieron que la conmoción en el exterior había sido enorme por lo que representaba la figura del Dr. Centeno. El, particularmente había tenido relación con los Dres. Ricci, Candeloro, Arestín, Fresneda y Alais. Ellos habían sido profesionales comprometidos con su tiempo y se habían dedicado a la defensa de los derechos de los trabajadores. Márquez dijo que a su manera de ver él no tenía dudas en vincular el secuestro con sus respectivas trayectorias.
Respecto de actuaciones puntuales del Colegio mencionó que hubo documentos que se anexaron a la causa, que se solicitó información a Barda, que se pidieron entrevistas con las máximas autoridades del gobierno de facto y se logó una con el Ministro del Interior Albano Harguindeguy. Pero todas fueron infructuosas. Respecto de la liberación de Bozzi y Ricci y las versiones que circularon en los diarios en el sentido de que habían sido secuestrados por una organización guerrillera, más precisamente los Montoneros, Márquez dijo que nunca hubo dudas de que esto era una mentira. Frente a una pregunta que le hizo el Dr. Sivo respecto del rol de la Justicia dijo que jueces héroes no hubo, y que de haberlos habido estarían muertos. Aseguró que el Poder Judicial tuvo “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Cuando se le preguntó si sabía de la existencia de informantes civiles en aquella época o si se había hablado de esto con Harguindeguy, dijo que no figuraba en las actas del Colegio. Pero que a principios de la década del ´70 los abogados de Mar del Plata tuvieron posiciones ideológicas y políticas muy diferentes, que el clima era terrible ya que había colegas en bandos irreconciliables y absolutamente enfrentados previamente al golpe de estado. Luego del golpe hubo miedo y silencio.
El último testigo de la mañana fue el escribano Roberto Oscar Pagni, quien se desempeñó como conscripto bajo las órdenes de Molina en la Base Aérea desde 1979 a 1980. Por su parte, no concurrió a declarar el abogado Miguel Angel Nicosia. Nicosia fue convocado ya que según Rafaghelli, tuvo la oportunidad de ver los listados de los “traslados de la muerte” de prisioneros cuando se desempeñaba como conscripto en la Base Aérea.
Luego del receso del mediodía se realizó una inspección ocular en el Centro Clandestino “La Cueva”. Durante la inspección, los jueces junto a la defensa y la querella recorrieron el centro clandestino ubicado en el predio de la Fuerza Aérea Argentina. Allí pudieron comprobar las descripciones realizadas por las personas que estuvieron secuestradas en “La Cueva”. Una vez finalizado este procedimiento, las partes se trasladaron nuevamente al Tribunal Oral Federal para tomarle declaración a Alberto José Bolgeri.
El Dr. Luis Rafaghelli relató que en abril de 1976 se desempeñaba como abogado laboralista en un estudio en Quequén y que el día 20 de ese mes al llegar a su estudio, éste estaba tomado por una patrulla militar y efectivos de la policía. Ahí mismo fue encapuchado, atado con alambre y sometido a una brutal golpiza. Pudo oír que se referían al operativo como “Operativo Tordo”. Alcanzó a ver a Larrea, de la policía de Necochea, quien le aclaró que todo era responsabilidad del ejército. Su hermana Mónica, que colaboraba con él en el estudio también fue detenida y llevada junto a él a la Comisaría Central de Necochea en un Torino negro. Ahí fue nuevamente torturado e interrogado y luego trasladado a la Comisaría Cuarta de Mar del Plata, adonde estuvo detenido hasta el 16 de agosto de 1976. En dicha Comisaría estuvo 37 días incomunicado hasta que en el mes de junio ingresó a un pabellón en el que había otros prisioneros de Necochea: Povilaitis, Aramburu, la hija del Juex Vallejos, Garamendy, Del Prado, la hija de Aramburu, un médico de apellido Funes que salió el mismo día que él y Martínez Tecco. También estuvo con Amilcar González y un muchacho de apellido Starita, que se encuentra desaparecido, con quien jugó al ajedrez. En los primeros momentos de su detención, probablemente 4 ó 5 días, fue llevado a la Base Aérea, a un lugar que él considera como “La Cueva”. Una semana después fue llevado nuevamente y en ambas oportunidades fue brutalmente torturado con picana eléctrica y amenazado de muerte. Ante las preguntas del Fiscal Adler, Rafaghelli dijo que era muy difícil identificar a los responsables de ese centro clandestino ya que estuvo permanentemente encapuchado, pero le consta que miembros de la policía y de la Fuerza Aérea como Garrera, Assad, Berisso, Tocalino y Barda eran parte de ese circuito. Recordó que en una oportunidad el comisario Asad se acercó para decirle que el Coronel Berisso había preguntado por él ya que en Necochea un familiar había visto que la policía usaba su auto, y que al exigirle información, se le dijo que estaba detenido en Mar del Plata.
Recordó que las noches de los traslados desde la Cuarta a “La Cueva” había bromas hacia los detenidos y se les decía: “¡Esta noche van a bailar!”. Precisó que salían por una puerta lateral de la comisaría y que en las dos oportunidades que fue llevado a “La Cueva” lo encapucharon y lo introdujeron a él solo en el piso de un auto, no pudiendo ver a nadie ni identificar voces ya que los que conducían el vehículo no le dirigían la palabra. Respecto de los dos interrogatorios que sufrió dijo que el primero fue más “primitivo” ya que le preguntaban cuestiones muy generales, en el segundo lo interrogaron acerca de abogados y jueces de Mar del Plata, entre ellos por el Dr. Centeno y una abogada cuyo nombre no recuerda. Pero él piensa que su secuestro fue una represalia vinculada a su actividad laboral. En el interrogatorio había 3 ó 4 personas y una de ellas, con voz chillona, era la que dirigía la sesión de torturas que ocurría en una camilla. En el primer interrogatorio le preguntaron por un folleto acerca de armas que supuestamente habían encontrado en su biblioteca, lo que era un absurdo. Cree que como sabían que él no podía darles información relevante hasta el torturador se cansó. Permanentemente había carcajadas a su alrededor y funcionaban como un equipo. Cree que el primer interrogatorio debe haber durado una hora y el otro algo menos. En ambas oportunidades fue regresado a la Comisaría Cuarta. En agosto lo llamaron y le hicieron saber que iba a ser trasladado, haciéndole firmar una notificación de salida de la comisaría cuarta. Pero como lo llevaron esposado pensó que lo iban a matar. En el vehiculo en el que lo pusieron estaba el médico de apellido Funes que mencionó previamente y ambos fueron llevado al GADA, adonde de manera individual se entrevistaron con Barda en su despacho. Barda le dijo “Usted va a ser dejado en libertad, pero le advertimos que ante cualquier otra denuncia va a volver aquí con los pies para adelante”. Rafaghelli le preguntó quien podría denunciarlo y obviamente no obtuvo respuesta. También se refirió a la Biblia que Barda tenía en su escritorio y le dijo que todo lo que él había padecido en su detención cuando era torturado no se condecía con los principios cristianos. Rafaghelli le hizo notar que era la primera vez que veía a alguien cara a cara. Recuerda que también le comentó a Barda lo difícil que le iba a resultar reinsertarse en su pueblo, a lo que Barda le respondió que se mudara o que se fuera del país. De hecho Rafaghelli tuvo prohibida la entrada al Ministerio de Trabajo hasta 1980. En relación a los dichos de Barda respecto de posibles nuevas denuncias en su contra Rafaghelli piensa que el único episodio que puede vincularse directamente con su secuestro del día 20 de abril, es que el 14 de abril había ganado un juicio de reinstalación de un delegado en el Astillero Nahuel. Vanoli era un empresario de este astillero y formaba parte del “Círculo de Amigos de las FFAA”. El intendente de facto de Necochea fue puesto por este Círculo.
Respecto de Nicosia, Rafaghelli dijo que habían sido amigos durante la infancia y que habían estudiado juntos en La Plata, que lo volvió a ver en 1985 ó 1986 y que en esa oportunidad le comentó que su madre lo había visto en la Base en circunstancias de un trámite vinculado a su detención. Nicosia le contó entonces que haciendo el servicio militar como administrativo en la Base Aérea pudo ver los listados de los “trasladados de la muerte” y que al verlo a él le mencionó a un Capitán que lo conocía.
Cuando los abogados de la querella le preguntaron acerca de la extensión del daño sufrido, Rafaghelli dijo que si bien eran cuestiones muy personales y que agradecía haber podido continuar en el ejercicio de su profesión y haber sido concejal, había sufrido el síndrome de guerra y tuvo que recurrir a asistencia sicológica. Con emoción dijo que las huellas se sobrellevan pero que no se borran jamás. También dijo que a pesar de que el daño es inmensurable, particularmente para aquellos que perdieron a sus seres queridos, el hecho de que finalmente se esté juzgando a los militares es un hecho reparador, no sólo para las víctimas sino para la sociedad en su conjunto.
Ante una pregunta que le hizo el representante del Colegio de Abogados respecto de la actuación de esta institución en aquellos momentos, Rafaghelli contestó que él había recibido solidaridad por parte de algunos de sus integrantes y citó al Dr. Paris, al Dr. Márquez y al Dr. Bernal. También dijo en relación a otra pregunta vinculada al ejercicio de su profesión que en 1978 tomó la decisión de proseguir con el juicio de su cliente al momento del secuestro y que lo ganó. Pero que le costó mucho desde lo espiritual iniciar esta demanda y encontrar la libertad interior que debe tener un abogado para llevar adelante un caso. El mayor desafío fue vencer su propio temor, dijo Rafaghelli. Esto no era sencillo ya que dadas las circunstancias que todavía se vivían en otro caso de despidos en una empresa pesquera que él defendió, fue amenazado por el interventor del Ministerio de Trabajo.
El Dr. Carlos Márquez se desempeñaba como secretario del Colegio de Abogados en 1977. Había ingresado al mismo en 1964 cuando era estudiante de primer año de la carrera de abogacía. Ahí tuvo la oportunidad de conocer a todos los colegas que luego resultaron víctimas de la “Noche de las Corbatas”. A su criterio, este episodio no tiene comparación con ningún otro atropello sufrido por abogados dada la magnitud y gravedad del mismo. Agregó que fue conmocionante y generó terror e incertidumbre. A partir de este hecho el Colegio de Abogados se declaró en sesión permanente y pidió el auxilio de las autoridades del Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires y de la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA). Supieron que la conmoción en el exterior había sido enorme por lo que representaba la figura del Dr. Centeno. El, particularmente había tenido relación con los Dres. Ricci, Candeloro, Arestín, Fresneda y Alais. Ellos habían sido profesionales comprometidos con su tiempo y se habían dedicado a la defensa de los derechos de los trabajadores. Márquez dijo que a su manera de ver él no tenía dudas en vincular el secuestro con sus respectivas trayectorias.
Respecto de actuaciones puntuales del Colegio mencionó que hubo documentos que se anexaron a la causa, que se solicitó información a Barda, que se pidieron entrevistas con las máximas autoridades del gobierno de facto y se logó una con el Ministro del Interior Albano Harguindeguy. Pero todas fueron infructuosas. Respecto de la liberación de Bozzi y Ricci y las versiones que circularon en los diarios en el sentido de que habían sido secuestrados por una organización guerrillera, más precisamente los Montoneros, Márquez dijo que nunca hubo dudas de que esto era una mentira. Frente a una pregunta que le hizo el Dr. Sivo respecto del rol de la Justicia dijo que jueces héroes no hubo, y que de haberlos habido estarían muertos. Aseguró que el Poder Judicial tuvo “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Cuando se le preguntó si sabía de la existencia de informantes civiles en aquella época o si se había hablado de esto con Harguindeguy, dijo que no figuraba en las actas del Colegio. Pero que a principios de la década del ´70 los abogados de Mar del Plata tuvieron posiciones ideológicas y políticas muy diferentes, que el clima era terrible ya que había colegas en bandos irreconciliables y absolutamente enfrentados previamente al golpe de estado. Luego del golpe hubo miedo y silencio.
RESUMEN AUDIENCIAS. 20-05-10 (PARTE II)
Roberto Oscar Pagni explicó que su vinculación con el Sr. Molina está relacionada con el servicio militar, ya que le tocó realizarlo en el año 1979 en la Base Aérea de Mar del Plata. Relató que junto a otros 7 conscriptos fue elegido para custodiar al Comodoro Cuello y que fue precisamente Molina quien los instruyó para esta tarea. Debían custodiar el domicilio de Cuello en La Rioja entre San Martín y Luro, así como la cochera en la que se guardaba el auto que lo trasladaba a la Base todos los días.
Así que aprendieron no sólo a usar armas, sino también a revisar autos y a estar preparados para cualquier tipo de enfrentamiento. Molina hablaba de “ataques guerrilleros en zonas urbanas”. Pagni recordó que a Molina le decían “el Sapo” y que generaba respeto y miedo. Su conducta era variable, a veces les daba confianza y otras, mucho miedo. También relató que una vez que cenaron con él y que tenía unas copas de más, les contó acerca del episodio en el que murió Tolosa y que dijo que todo había ocurrido porque “el boludo de Ceruti se asustó”. Ceruti era un capitán de la Aeronaútica. Molina dijo que siguió a los que habían matado a Tolosa a los tiros. Pagni recordó que sólo Molina y otro oficial entraban a lo que ellos llamaban “el bunker”, el lugar del radar y que luego conoció como “La Cueva”. Molina era alguien importante en la Base, dijo Pagni. Ante una pregunta de la fiscalía, Pagni recordó que Molina usaba un anillo grande y una pulsera de oro o de plata.
Alberto José Bolgeri relató que el viernes 8 de julio de 1977 invitó a Tomás Fresneda a cenar su taller ya que como todos los viernes haría un asado. Bolgeri y Fresneda eran amigos desde la infancia y fueron juntos a la escuela primaria y secundaria. Según el testigo eran como hermanos y compartieron todo hasta la desaparición de Tomás. Alrededor de las 19 de ese día, como era temprano y la comida no estaba lista, Bolgeri se fue hasta el estudio de Fresneda, en el domicilio donde vivía su madre. Cuando Bolgeri llegó sólo se encontraban la madre de Fresneda y Carlos Bozzi. Pasó el tiempo y Tomás no aparecía, a las 20.30 Bozzi le dice que tenía que irse. La casa estaba en un primer piso, por lo tanto tenían que bajar una escalera para llegar a la salida. Ya en el pasillo, Bolgeri vio que se abría la puerta y que entraban dos personas: uno lo agarra a Bozzi y el otro, con una pistola en la mano, a él. Bolgeri contó que había estado secuestrado durante una semana y que por lo tanto, no desconocía esta situación. Los llevaron al estudio y los separaron. Bolgeri no quería mirar porque atrás de ellos había otra persona joven con voz de mando, que fue él que lo interrogó. Rápidamente, Bolgeri simuló ser un cliente del estudio y empezó a protestar en contra de los abogados. Lo tiraron al suelo, le sacaron los documentos y empezaron a revisar las carpetas del estudio. Vieron que figuraba una causa en la cual estaba el nombre de Bolgeri por lo cual creyeron que efectivamente, era un cliente. No lo llevaron pero lo taparon con una campera y le preguntaron dónde tenía su auto. Bolgeri, aunque lo tenía estacionado abajo, les dijo que estaba en el taller. Se trataba de un Falcon.
El testigo recordó que el joven con voz de mando era delgado y alto, que a la madre de Fresneda la sacaron de la habitación y la hicieron sentar en un banco. Bolgeri relató que la señora no se encontraba bien de salud. El interrogatorio duró alrededor de 4 hs. A Bozzi lo habían llevado a otra habitación y Bolgeri no lo vió más. Preguntaban por Tomás Fresneda, apagaron las luces, arrancaron el teléfono y se quedaron a esperarlo.
Finalmente apareció Fresneda, quien abrió la puerta y pudo darse cuenta que lo estaban esperando. Al entrar le preguntaron si era Tomás Fresneda, a lo que respondió afirmativamente. Luego le preguntaron dónde estaba su mujer. En ese momento Fresneda, al mirar Bolgeri tirado en el piso, y sin reconocerlo porque estaba tapado dijo “está muerto”, por lo que le pegaron una patada para mostrar que estaba vivo. Fresneda dijo que su mujer estaba embarazada, que no había armas en la casa y que también estaban sus hijos. Bolgeri sentía los movimientos, pasos, y luego nada más. Se levantó, entró a la pieza y vió en la cama de dos plazas un bulto tapado con una manta: eran los hijos de Fresneda.
Bolgeri se fue corriendo al taller a hablar por teléfono y ahí le contaron que Tomás había estado esperándolo en el taller, pero como vio que el auto de su amigo estaba estacionado debajo del estudio y el teléfono no contestaba, fue hasta allá.
Bolgeri llamó a la madre de Bozzi para contarle lo sucedido, llamó a la familia de Tomás para que fueran a la casa a buscar a los chicos y a la madre. Luego se fue a su casa y con su mujer llamaron a un primo de ella, Isaach, quien les dijo que le relataran lo sucedido al juez Hooft que estaba de turno. El mismo Isaach llamó a Hooft para que los recibiera. Hooft los recibió en su casa y les indicó que al día siguiente, a las 7 de la mañana, se presentara en la Brigada de Investigaciones para hacer la denuncia. Bolgeri quería presentar un Habeas Corpus pero Hooft le dijo que era mejor que lo presentara la familia.
Al día siguiente se presentó en la Brigada con su esposa. Los recibió Hooft y los hizo atender rápidamente. Bolgeri relató el hecho e hicieron un identi-kit. Aclaró que estaba bien hecho y que uno de los hombres era “rubio medio colorado”. La persona que le tomó la declaración le preguntó acerca de quienes habían participado en el episodio, a lo que Bolgeri respondió que eran “los militares”. Como Bolgeri había hecho el servicio militar, dijo que se dio cuenta de la forma marcial de actuar y hasta el perfume de la crema de afeitar. La persona que le tomó la declaración le dijo: “estos Montoneros son capaces de cualquier cosa, se disfrazan hasta hacerse pasar por militares”.
Hooft no estaba presente en el momento de la declaración pero volvió y vió la declaración, el identi-kit, el libro de guardia y fue al fondo donde estaban los calabozos.
Bolgeri le dijo a la familia que iba a recorrer las comisarías y la madre de Bozzi dijo que iba a preguntar a los destacamentos militares para ver si estaban en alguna de esas dependencias.
Bolgeri recordó que luego de su desaparición, hubo mucha gente que al volverlo a ver no lo saludaba, que no se acercaban, por lo que con Hooft se sentía acompañado. Recorrieron algunas comisarías y como Hooft no tenía auto, Bolgeri lo llevaba en el suyo. Hooft le dió su teléfono particular para que lo llamara.
Al finalizar todas estas diligencias, fue a comer a lo de su suegro y a las 17.30 se fue para su casa. Al llegar una vecina le dijo que habían estado cinco tipos en un Torino blanco preguntando por su domicilio. Entonces Bolgeri buscó a su mujer y le dijo que tenían que irse. Pasados los años se enteró que en realidad esas cinco personas eran abogados, que preocupados por lo que había pasado, querían saber acerca de su paradero. También dijo que sólo después supo lo que fue “la noche de las corbatas”.
Bolgeri y su esposa fueron a la casa de su madre y en el recorrido iba mirando si lo seguían, pero no detectó nada. Al llegar no se comunicó con nadie más, excepto con la madre de Bozzi por un teléfono público, ya que sabía que la señora había ido a hablar con Barda. A los pocos días apareció muerto el Dr. Centeno, por lo que escondió el auto y se fue con su esposa a Miramar, a la casa de un amigo, donde estuvieron un mes. De tanto en tanto venía a Mar del Plata y llamaba desde un teléfono público a la familia. En uno de los viajes en colectivo, se enteró por la radio que Carlos Bozzi había sido liberado. Al mes regresó a Mar del Plata y se mudó de casa, después se fue a Rosario, donde estuvo dos años.
El fiscal Adler le preguntó por el identi-kit y Bolgeri dijo que las personas que habían participado del secuestro de Fresneda tenían entre 28-30 años, que eran jóvenes, que uno era rubio tirando a pelirrojo, de pelo corto, rasgos duros y musculoso. El otro era más moreno, más joven, casi de la misma altura que el otro. Tenía los pantalones bastante anchos pero no recuerda el color de la ropa. Dijo que los rasgos físicos de la segunda persona son difíciles de recordar porque lo vio menos tiempo. Que el que lo interrogaba era flaco, alto y de voz firme. El moreno se parecía a un personaje de la serie de Starsky y Hutch. El fiscal Adler le preguntó si esa persona podría parecerse a otro actor del cine o televisión, pero Bolgeri dijo que no puede asegurarlo.
Alberto José Bolgeri relató que el viernes 8 de julio de 1977 invitó a Tomás Fresneda a cenar su taller ya que como todos los viernes haría un asado. Bolgeri y Fresneda eran amigos desde la infancia y fueron juntos a la escuela primaria y secundaria. Según el testigo eran como hermanos y compartieron todo hasta la desaparición de Tomás. Alrededor de las 19 de ese día, como era temprano y la comida no estaba lista, Bolgeri se fue hasta el estudio de Fresneda, en el domicilio donde vivía su madre. Cuando Bolgeri llegó sólo se encontraban la madre de Fresneda y Carlos Bozzi. Pasó el tiempo y Tomás no aparecía, a las 20.30 Bozzi le dice que tenía que irse. La casa estaba en un primer piso, por lo tanto tenían que bajar una escalera para llegar a la salida. Ya en el pasillo, Bolgeri vio que se abría la puerta y que entraban dos personas: uno lo agarra a Bozzi y el otro, con una pistola en la mano, a él. Bolgeri contó que había estado secuestrado durante una semana y que por lo tanto, no desconocía esta situación. Los llevaron al estudio y los separaron. Bolgeri no quería mirar porque atrás de ellos había otra persona joven con voz de mando, que fue él que lo interrogó. Rápidamente, Bolgeri simuló ser un cliente del estudio y empezó a protestar en contra de los abogados. Lo tiraron al suelo, le sacaron los documentos y empezaron a revisar las carpetas del estudio. Vieron que figuraba una causa en la cual estaba el nombre de Bolgeri por lo cual creyeron que efectivamente, era un cliente. No lo llevaron pero lo taparon con una campera y le preguntaron dónde tenía su auto. Bolgeri, aunque lo tenía estacionado abajo, les dijo que estaba en el taller. Se trataba de un Falcon.
El testigo recordó que el joven con voz de mando era delgado y alto, que a la madre de Fresneda la sacaron de la habitación y la hicieron sentar en un banco. Bolgeri relató que la señora no se encontraba bien de salud. El interrogatorio duró alrededor de 4 hs. A Bozzi lo habían llevado a otra habitación y Bolgeri no lo vió más. Preguntaban por Tomás Fresneda, apagaron las luces, arrancaron el teléfono y se quedaron a esperarlo.
Finalmente apareció Fresneda, quien abrió la puerta y pudo darse cuenta que lo estaban esperando. Al entrar le preguntaron si era Tomás Fresneda, a lo que respondió afirmativamente. Luego le preguntaron dónde estaba su mujer. En ese momento Fresneda, al mirar Bolgeri tirado en el piso, y sin reconocerlo porque estaba tapado dijo “está muerto”, por lo que le pegaron una patada para mostrar que estaba vivo. Fresneda dijo que su mujer estaba embarazada, que no había armas en la casa y que también estaban sus hijos. Bolgeri sentía los movimientos, pasos, y luego nada más. Se levantó, entró a la pieza y vió en la cama de dos plazas un bulto tapado con una manta: eran los hijos de Fresneda.
Bolgeri se fue corriendo al taller a hablar por teléfono y ahí le contaron que Tomás había estado esperándolo en el taller, pero como vio que el auto de su amigo estaba estacionado debajo del estudio y el teléfono no contestaba, fue hasta allá.
Bolgeri llamó a la madre de Bozzi para contarle lo sucedido, llamó a la familia de Tomás para que fueran a la casa a buscar a los chicos y a la madre. Luego se fue a su casa y con su mujer llamaron a un primo de ella, Isaach, quien les dijo que le relataran lo sucedido al juez Hooft que estaba de turno. El mismo Isaach llamó a Hooft para que los recibiera. Hooft los recibió en su casa y les indicó que al día siguiente, a las 7 de la mañana, se presentara en la Brigada de Investigaciones para hacer la denuncia. Bolgeri quería presentar un Habeas Corpus pero Hooft le dijo que era mejor que lo presentara la familia.
Al día siguiente se presentó en la Brigada con su esposa. Los recibió Hooft y los hizo atender rápidamente. Bolgeri relató el hecho e hicieron un identi-kit. Aclaró que estaba bien hecho y que uno de los hombres era “rubio medio colorado”. La persona que le tomó la declaración le preguntó acerca de quienes habían participado en el episodio, a lo que Bolgeri respondió que eran “los militares”. Como Bolgeri había hecho el servicio militar, dijo que se dio cuenta de la forma marcial de actuar y hasta el perfume de la crema de afeitar. La persona que le tomó la declaración le dijo: “estos Montoneros son capaces de cualquier cosa, se disfrazan hasta hacerse pasar por militares”.
Hooft no estaba presente en el momento de la declaración pero volvió y vió la declaración, el identi-kit, el libro de guardia y fue al fondo donde estaban los calabozos.
Bolgeri le dijo a la familia que iba a recorrer las comisarías y la madre de Bozzi dijo que iba a preguntar a los destacamentos militares para ver si estaban en alguna de esas dependencias.
Bolgeri recordó que luego de su desaparición, hubo mucha gente que al volverlo a ver no lo saludaba, que no se acercaban, por lo que con Hooft se sentía acompañado. Recorrieron algunas comisarías y como Hooft no tenía auto, Bolgeri lo llevaba en el suyo. Hooft le dió su teléfono particular para que lo llamara.
Al finalizar todas estas diligencias, fue a comer a lo de su suegro y a las 17.30 se fue para su casa. Al llegar una vecina le dijo que habían estado cinco tipos en un Torino blanco preguntando por su domicilio. Entonces Bolgeri buscó a su mujer y le dijo que tenían que irse. Pasados los años se enteró que en realidad esas cinco personas eran abogados, que preocupados por lo que había pasado, querían saber acerca de su paradero. También dijo que sólo después supo lo que fue “la noche de las corbatas”.
Bolgeri y su esposa fueron a la casa de su madre y en el recorrido iba mirando si lo seguían, pero no detectó nada. Al llegar no se comunicó con nadie más, excepto con la madre de Bozzi por un teléfono público, ya que sabía que la señora había ido a hablar con Barda. A los pocos días apareció muerto el Dr. Centeno, por lo que escondió el auto y se fue con su esposa a Miramar, a la casa de un amigo, donde estuvieron un mes. De tanto en tanto venía a Mar del Plata y llamaba desde un teléfono público a la familia. En uno de los viajes en colectivo, se enteró por la radio que Carlos Bozzi había sido liberado. Al mes regresó a Mar del Plata y se mudó de casa, después se fue a Rosario, donde estuvo dos años.
El fiscal Adler le preguntó por el identi-kit y Bolgeri dijo que las personas que habían participado del secuestro de Fresneda tenían entre 28-30 años, que eran jóvenes, que uno era rubio tirando a pelirrojo, de pelo corto, rasgos duros y musculoso. El otro era más moreno, más joven, casi de la misma altura que el otro. Tenía los pantalones bastante anchos pero no recuerda el color de la ropa. Dijo que los rasgos físicos de la segunda persona son difíciles de recordar porque lo vio menos tiempo. Que el que lo interrogaba era flaco, alto y de voz firme. El moreno se parecía a un personaje de la serie de Starsky y Hutch. El fiscal Adler le preguntó si esa persona podría parecerse a otro actor del cine o televisión, pero Bolgeri dijo que no puede asegurarlo.
RESUMEN AUDIENCIAS. 20-05-10 (PARTE II)
Roberto Oscar Pagni explicó que su vinculación con el Sr. Molina está relacionada con el servicio militar, ya que le tocó realizarlo en el año 1979 en la Base Aérea de Mar del Plata. Relató que junto a otros 7 conscriptos fue elegido para custodiar al Comodoro Cuello y que fue precisamente Molina quien los instruyó para esta tarea. Debían custodiar el domicilio de Cuello en La Rioja entre San Martín y Luro, así como la cochera en la que se guardaba el auto que lo trasladaba a la Base todos los días.
Así que aprendieron no sólo a usar armas, sino también a revisar autos y a estar preparados para cualquier tipo de enfrentamiento. Molina hablaba de “ataques guerrilleros en zonas urbanas”. Pagni recordó que a Molina le decían “el Sapo” y que generaba respeto y miedo. Su conducta era variable, a veces les daba confianza y otras, mucho miedo. También relató que una vez que cenaron con él y que tenía unas copas de más, les contó acerca del episodio en el que murió Tolosa y que dijo que todo había ocurrido porque “el boludo de Ceruti se asustó”. Ceruti era un capitán de la Aeronaútica. Molina dijo que siguió a los que habían matado a Tolosa a los tiros. Pagni recordó que sólo Molina y otro oficial entraban a lo que ellos llamaban “el bunker”, el lugar del radar y que luego conoció como “La Cueva”. Molina era alguien importante en la Base, dijo Pagni. Ante una pregunta de la fiscalía, Pagni recordó que Molina usaba un anillo grande y una pulsera de oro o de plata.
Alberto José Bolgeri relató que el viernes 8 de julio de 1977 invitó a Tomás Fresneda a cenar su taller ya que como todos los viernes haría un asado. Bolgeri y Fresneda eran amigos desde la infancia y fueron juntos a la escuela primaria y secundaria. Según el testigo eran como hermanos y compartieron todo hasta la desaparición de Tomás. Alrededor de las 19 de ese día, como era temprano y la comida no estaba lista, Bolgeri se fue hasta el estudio de Fresneda, en el domicilio donde vivía su madre. Cuando Bolgeri llegó sólo se encontraban la madre de Fresneda y Carlos Bozzi. Pasó el tiempo y Tomás no aparecía, a las 20.30 Bozzi le dice que tenía que irse. La casa estaba en un primer piso, por lo tanto tenían que bajar una escalera para llegar a la salida. Ya en el pasillo, Bolgeri vio que se abría la puerta y que entraban dos personas: uno lo agarra a Bozzi y el otro, con una pistola en la mano, a él. Bolgeri contó que había estado secuestrado durante una semana y que por lo tanto, no desconocía esta situación. Los llevaron al estudio y los separaron. Bolgeri no quería mirar porque atrás de ellos había otra persona joven con voz de mando, que fue él que lo interrogó. Rápidamente, Bolgeri simuló ser un cliente del estudio y empezó a protestar en contra de los abogados. Lo tiraron al suelo, le sacaron los documentos y empezaron a revisar las carpetas del estudio. Vieron que figuraba una causa en la cual estaba el nombre de Bolgeri por lo cual creyeron que efectivamente, era un cliente. No lo llevaron pero lo taparon con una campera y le preguntaron dónde tenía su auto. Bolgeri, aunque lo tenía estacionado abajo, les dijo que estaba en el taller. Se trataba de un Falcon.
El testigo recordó que el joven con voz de mando era delgado y alto, que a la madre de Fresneda la sacaron de la habitación y la hicieron sentar en un banco. Bolgeri relató que la señora no se encontraba bien de salud. El interrogatorio duró alrededor de 4 hs. A Bozzi lo habían llevado a otra habitación y Bolgeri no lo vió más. Preguntaban por Tomás Fresneda, apagaron las luces, arrancaron el teléfono y se quedaron a esperarlo.
Finalmente apareció Fresneda, quien abrió la puerta y pudo darse cuenta que lo estaban esperando. Al entrar le preguntaron si era Tomás Fresneda, a lo que respondió afirmativamente. Luego le preguntaron dónde estaba su mujer. En ese momento Fresneda, al mirar Bolgeri tirado en el piso, y sin reconocerlo porque estaba tapado dijo “está muerto”, por lo que le pegaron una patada para mostrar que estaba vivo. Fresneda dijo que su mujer estaba embarazada, que no había armas en la casa y que también estaban sus hijos. Bolgeri sentía los movimientos, pasos, y luego nada más. Se levantó, entró a la pieza y vió en la cama de dos plazas un bulto tapado con una manta: eran los hijos de Fresneda.
Bolgeri se fue corriendo al taller a hablar por teléfono y ahí le contaron que Tomás había estado esperándolo en el taller, pero como vio que el auto de su amigo estaba estacionado debajo del estudio y el teléfono no contestaba, fue hasta allá.
Bolgeri llamó a la madre de Bozzi para contarle lo sucedido, llamó a la familia de Tomás para que fueran a la casa a buscar a los chicos y a la madre. Luego se fue a su casa y con su mujer llamaron a un primo de ella, Isaach, quien les dijo que le relataran lo sucedido al juez Hooft que estaba de turno. El mismo Isaach llamó a Hooft para que los recibiera. Hooft los recibió en su casa y les indicó que al día siguiente, a las 7 de la mañana, se presentara en la Brigada de Investigaciones para hacer la denuncia. Bolgeri quería presentar un Habeas Corpus pero Hooft le dijo que era mejor que lo presentara la familia.
Al día siguiente se presentó en la Brigada con su esposa. Los recibió Hooft y los hizo atender rápidamente. Bolgeri relató el hecho e hicieron un identi-kit. Aclaró que estaba bien hecho y que uno de los hombres era “rubio medio colorado”. La persona que le tomó la declaración le preguntó acerca de quienes habían participado en el episodio, a lo que Bolgeri respondió que eran “los militares”. Como Bolgeri había hecho el servicio militar, dijo que se dio cuenta de la forma marcial de actuar y hasta el perfume de la crema de afeitar. La persona que le tomó la declaración le dijo: “estos Montoneros son capaces de cualquier cosa, se disfrazan hasta hacerse pasar por militares”.
Hooft no estaba presente en el momento de la declaración pero volvió y vió la declaración, el identi-kit, el libro de guardia y fue al fondo donde estaban los calabozos.
Bolgeri le dijo a la familia que iba a recorrer las comisarías y la madre de Bozzi dijo que iba a preguntar a los destacamentos militares para ver si estaban en alguna de esas dependencias.
Bolgeri recordó que luego de su desaparición, hubo mucha gente que al volverlo a ver no lo saludaba, que no se acercaban, por lo que con Hooft se sentía acompañado. Recorrieron algunas comisarías y como Hooft no tenía auto, Bolgeri lo llevaba en el suyo. Hooft le dió su teléfono particular para que lo llamara.
Al finalizar todas estas diligencias, fue a comer a lo de su suegro y a las 17.30 se fue para su casa. Al llegar una vecina le dijo que habían estado cinco tipos en un Torino blanco preguntando por su domicilio. Entonces Bolgeri buscó a su mujer y le dijo que tenían que irse. Pasados los años se enteró que en realidad esas cinco personas eran abogados, que preocupados por lo que había pasado, querían saber acerca de su paradero. También dijo que sólo después supo lo que fue “la noche de las corbatas”.
Bolgeri y su esposa fueron a la casa de su madre y en el recorrido iba mirando si lo seguían, pero no detectó nada. Al llegar no se comunicó con nadie más, excepto con la madre de Bozzi por un teléfono público, ya que sabía que la señora había ido a hablar con Barda. A los pocos días apareció muerto el Dr. Centeno, por lo que escondió el auto y se fue con su esposa a Miramar, a la casa de un amigo, donde estuvieron un mes. De tanto en tanto venía a Mar del Plata y llamaba desde un teléfono público a la familia. En uno de los viajes en colectivo, se enteró por la radio que Carlos Bozzi había sido liberado. Al mes regresó a Mar del Plata y se mudó de casa, después se fue a Rosario, donde estuvo dos años.
El fiscal Adler le preguntó por el identi-kit y Bolgeri dijo que las personas que habían participado del secuestro de Fresneda tenían entre 28-30 años, que eran jóvenes, que uno era rubio tirando a pelirrojo, de pelo corto, rasgos duros y musculoso. El otro era más moreno, más joven, casi de la misma altura que el otro. Tenía los pantalones bastante anchos pero no recuerda el color de la ropa. Dijo que los rasgos físicos de la segunda persona son difíciles de recordar porque lo vio menos tiempo. Que el que lo interrogaba era flaco, alto y de voz firme. El moreno se parecía a un personaje de la serie de Starsky y Hutch. El fiscal Adler le preguntó si esa persona podría parecerse a otro actor del cine o televisión, pero Bolgeri dijo que no puede asegurarlo.
Alberto José Bolgeri relató que el viernes 8 de julio de 1977 invitó a Tomás Fresneda a cenar su taller ya que como todos los viernes haría un asado. Bolgeri y Fresneda eran amigos desde la infancia y fueron juntos a la escuela primaria y secundaria. Según el testigo eran como hermanos y compartieron todo hasta la desaparición de Tomás. Alrededor de las 19 de ese día, como era temprano y la comida no estaba lista, Bolgeri se fue hasta el estudio de Fresneda, en el domicilio donde vivía su madre. Cuando Bolgeri llegó sólo se encontraban la madre de Fresneda y Carlos Bozzi. Pasó el tiempo y Tomás no aparecía, a las 20.30 Bozzi le dice que tenía que irse. La casa estaba en un primer piso, por lo tanto tenían que bajar una escalera para llegar a la salida. Ya en el pasillo, Bolgeri vio que se abría la puerta y que entraban dos personas: uno lo agarra a Bozzi y el otro, con una pistola en la mano, a él. Bolgeri contó que había estado secuestrado durante una semana y que por lo tanto, no desconocía esta situación. Los llevaron al estudio y los separaron. Bolgeri no quería mirar porque atrás de ellos había otra persona joven con voz de mando, que fue él que lo interrogó. Rápidamente, Bolgeri simuló ser un cliente del estudio y empezó a protestar en contra de los abogados. Lo tiraron al suelo, le sacaron los documentos y empezaron a revisar las carpetas del estudio. Vieron que figuraba una causa en la cual estaba el nombre de Bolgeri por lo cual creyeron que efectivamente, era un cliente. No lo llevaron pero lo taparon con una campera y le preguntaron dónde tenía su auto. Bolgeri, aunque lo tenía estacionado abajo, les dijo que estaba en el taller. Se trataba de un Falcon.
El testigo recordó que el joven con voz de mando era delgado y alto, que a la madre de Fresneda la sacaron de la habitación y la hicieron sentar en un banco. Bolgeri relató que la señora no se encontraba bien de salud. El interrogatorio duró alrededor de 4 hs. A Bozzi lo habían llevado a otra habitación y Bolgeri no lo vió más. Preguntaban por Tomás Fresneda, apagaron las luces, arrancaron el teléfono y se quedaron a esperarlo.
Finalmente apareció Fresneda, quien abrió la puerta y pudo darse cuenta que lo estaban esperando. Al entrar le preguntaron si era Tomás Fresneda, a lo que respondió afirmativamente. Luego le preguntaron dónde estaba su mujer. En ese momento Fresneda, al mirar Bolgeri tirado en el piso, y sin reconocerlo porque estaba tapado dijo “está muerto”, por lo que le pegaron una patada para mostrar que estaba vivo. Fresneda dijo que su mujer estaba embarazada, que no había armas en la casa y que también estaban sus hijos. Bolgeri sentía los movimientos, pasos, y luego nada más. Se levantó, entró a la pieza y vió en la cama de dos plazas un bulto tapado con una manta: eran los hijos de Fresneda.
Bolgeri se fue corriendo al taller a hablar por teléfono y ahí le contaron que Tomás había estado esperándolo en el taller, pero como vio que el auto de su amigo estaba estacionado debajo del estudio y el teléfono no contestaba, fue hasta allá.
Bolgeri llamó a la madre de Bozzi para contarle lo sucedido, llamó a la familia de Tomás para que fueran a la casa a buscar a los chicos y a la madre. Luego se fue a su casa y con su mujer llamaron a un primo de ella, Isaach, quien les dijo que le relataran lo sucedido al juez Hooft que estaba de turno. El mismo Isaach llamó a Hooft para que los recibiera. Hooft los recibió en su casa y les indicó que al día siguiente, a las 7 de la mañana, se presentara en la Brigada de Investigaciones para hacer la denuncia. Bolgeri quería presentar un Habeas Corpus pero Hooft le dijo que era mejor que lo presentara la familia.
Al día siguiente se presentó en la Brigada con su esposa. Los recibió Hooft y los hizo atender rápidamente. Bolgeri relató el hecho e hicieron un identi-kit. Aclaró que estaba bien hecho y que uno de los hombres era “rubio medio colorado”. La persona que le tomó la declaración le preguntó acerca de quienes habían participado en el episodio, a lo que Bolgeri respondió que eran “los militares”. Como Bolgeri había hecho el servicio militar, dijo que se dio cuenta de la forma marcial de actuar y hasta el perfume de la crema de afeitar. La persona que le tomó la declaración le dijo: “estos Montoneros son capaces de cualquier cosa, se disfrazan hasta hacerse pasar por militares”.
Hooft no estaba presente en el momento de la declaración pero volvió y vió la declaración, el identi-kit, el libro de guardia y fue al fondo donde estaban los calabozos.
Bolgeri le dijo a la familia que iba a recorrer las comisarías y la madre de Bozzi dijo que iba a preguntar a los destacamentos militares para ver si estaban en alguna de esas dependencias.
Bolgeri recordó que luego de su desaparición, hubo mucha gente que al volverlo a ver no lo saludaba, que no se acercaban, por lo que con Hooft se sentía acompañado. Recorrieron algunas comisarías y como Hooft no tenía auto, Bolgeri lo llevaba en el suyo. Hooft le dió su teléfono particular para que lo llamara.
Al finalizar todas estas diligencias, fue a comer a lo de su suegro y a las 17.30 se fue para su casa. Al llegar una vecina le dijo que habían estado cinco tipos en un Torino blanco preguntando por su domicilio. Entonces Bolgeri buscó a su mujer y le dijo que tenían que irse. Pasados los años se enteró que en realidad esas cinco personas eran abogados, que preocupados por lo que había pasado, querían saber acerca de su paradero. También dijo que sólo después supo lo que fue “la noche de las corbatas”.
Bolgeri y su esposa fueron a la casa de su madre y en el recorrido iba mirando si lo seguían, pero no detectó nada. Al llegar no se comunicó con nadie más, excepto con la madre de Bozzi por un teléfono público, ya que sabía que la señora había ido a hablar con Barda. A los pocos días apareció muerto el Dr. Centeno, por lo que escondió el auto y se fue con su esposa a Miramar, a la casa de un amigo, donde estuvieron un mes. De tanto en tanto venía a Mar del Plata y llamaba desde un teléfono público a la familia. En uno de los viajes en colectivo, se enteró por la radio que Carlos Bozzi había sido liberado. Al mes regresó a Mar del Plata y se mudó de casa, después se fue a Rosario, donde estuvo dos años.
El fiscal Adler le preguntó por el identi-kit y Bolgeri dijo que las personas que habían participado del secuestro de Fresneda tenían entre 28-30 años, que eran jóvenes, que uno era rubio tirando a pelirrojo, de pelo corto, rasgos duros y musculoso. El otro era más moreno, más joven, casi de la misma altura que el otro. Tenía los pantalones bastante anchos pero no recuerda el color de la ropa. Dijo que los rasgos físicos de la segunda persona son difíciles de recordar porque lo vio menos tiempo. Que el que lo interrogaba era flaco, alto y de voz firme. El moreno se parecía a un personaje de la serie de Starsky y Hutch. El fiscal Adler le preguntó si esa persona podría parecerse a otro actor del cine o televisión, pero Bolgeri dijo que no puede asegurarlo.
viernes, 28 de mayo de 2010
RESUMEN AUDIENCIAS. 20-05-10
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO MOLINA
LUIS RAFAGHELLI: “Centeno era un ícono del derecho del trabajo”
El doctor Luis Rafaghelli, actual juez federal, fue el primero en declarar ante el tribunal en la sexta jornada del juicio que se le sigue al represor Gregorio Rafael Molina.
Dio testimonio de su secuestro en abril de 1976 cuando se desempeñaba como abogado en Necochea. Fue trasladado junto a su hermana Mónica a una comisaría de esa localidad y luego a Mar del Plata donde fue llevado en dos oportunidades a La Cueva. Allí lo torturaron con picana y lo amenazaron de muerte.
Dijo que le preguntaban por distintos jueces y abogados, entre ellos Norberto Centeno de quien aseguró que “para alguien que recién se iniciaba era un ícono del derecho del trabajo”.
Rafaghelli aseguró que reconoció que se trataba de La Cueva por medio de los sentidos que le quedaban libres ya que todo el tiempo se encontraba con los ojos vendados.
Además dijo creer que “sufrí una denuncia por un interés profesional en especial”, e hizo referencia a varias empresas que podrían haber visto tocados sus intereses por su trabajo como abogado laboralista. “No tenía militancia política en ese momento pero los abogados vinculados a las luchas sociales eran perseguidos. Yo me ubico en esa categoría”, analizó.
En su entrevista con el coronel Pedro Barda percibió que éste reconocía que los secuestros y las torturas “eran una metodología propia de las Fuerza Armadas”.
Por último, el magistrado concluyó que producto de esta experiencia se vio afectada su vida personal con mucho impacto anímico. “Tuve atención psicológica durante un tiempo pero gracias a Dios pude reinsertarme en la profesión a diferencia de otros colegas”.
CARLOS MARQUEZ: “Los habeas corpus no servían”
“Todas las reuniones con Barda fueron infructuosas. Ni siquiera pudimos saber qué, cómo ni por qué lo liberaron a Ricci”, sentenció Carlos Márquez, secretario administrativo del Colegio de abogados durante 1977.
En cuanto al poder judicial aseguró que tenía “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Además recordó que él ingresó al Colegio de abogados en 1964 donde conoció a todos los secuestrados durante la denominada Noche de las corbatas. En tanto que describió la incertidumbre y el terror que se vivía en la institución por esos momentos, lo que los llevó a convocar a sesión permanente.
“Todas las reuniones con Barda fueron infructuosas. Ni siquiera pudimos saber qué, cómo ni por qué lo liberaron a Ricci”, sentenció Carlos Márquez, secretario administrativo del Colegio de abogados durante 1977.
En cuanto al poder judicial aseguró que tenía “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Además recordó que él ingresó al Colegio de abogados en 1964 donde conoció a todos los secuestrados durante la denominada Noche de las corbatas. En tanto que describió la incertidumbre y el terror que se vivía en la institución por esos momentos, lo que los llevó a convocar a sesión permanente.
OSCAR PAGNI: Molina era una figura importante en La Base Aérea
El escribano brindó testimonio por conocer al represor Molina cuando realizó el servicio militar en dependencias de la Base Aérea desde el 16 de abril de 1979.
Pagni fue seleccionado junto a otras 7 personas para custodiar al comodoro Cuello. Tarea que era comandada por el propio Molina quien daba instrucciones particulares en el uso de armas para prevenir “ataques guerrilleros en zonas urbanas”, según recordó el ex concejal sobre los dichos del imputado.
En tal sentido describió la tarea de Molina al decir que “dentro de la Base era una persona importante, no se nos pasaba desapercibido. Tenía mucha importancia jerárquica”.
Así mismo comentó que tenía un temperamento cambiante y que en alguna oportunidad lo vio con “algunas copas de más”. “Le decíamos el sapo”, recordó.
Por último reconoció que Molina usaba un anillo “de sello” y una pulsera de plata o de oro. “Sé que era importante”.
El escribano brindó testimonio por conocer al represor Molina cuando realizó el servicio militar en dependencias de la Base Aérea desde el 16 de abril de 1979.
Pagni fue seleccionado junto a otras 7 personas para custodiar al comodoro Cuello. Tarea que era comandada por el propio Molina quien daba instrucciones particulares en el uso de armas para prevenir “ataques guerrilleros en zonas urbanas”, según recordó el ex concejal sobre los dichos del imputado.
En tal sentido describió la tarea de Molina al decir que “dentro de la Base era una persona importante, no se nos pasaba desapercibido. Tenía mucha importancia jerárquica”.
Así mismo comentó que tenía un temperamento cambiante y que en alguna oportunidad lo vio con “algunas copas de más”. “Le decíamos el sapo”, recordó.
Por último reconoció que Molina usaba un anillo “de sello” y una pulsera de plata o de oro. “Sé que era importante”.
RESUMEN AUDIENCIAS. 20-05-10
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO MOLINA
LUIS RAFAGHELLI: “Centeno era un ícono del derecho del trabajo”
El doctor Luis Rafaghelli, actual juez federal, fue el primero en declarar ante el tribunal en la sexta jornada del juicio que se le sigue al represor Gregorio Rafael Molina.
Dio testimonio de su secuestro en abril de 1976 cuando se desempeñaba como abogado en Necochea. Fue trasladado junto a su hermana Mónica a una comisaría de esa localidad y luego a Mar del Plata donde fue llevado en dos oportunidades a La Cueva. Allí lo torturaron con picana y lo amenazaron de muerte.
Dijo que le preguntaban por distintos jueces y abogados, entre ellos Norberto Centeno de quien aseguró que “para alguien que recién se iniciaba era un ícono del derecho del trabajo”.
Rafaghelli aseguró que reconoció que se trataba de La Cueva por medio de los sentidos que le quedaban libres ya que todo el tiempo se encontraba con los ojos vendados.
Además dijo creer que “sufrí una denuncia por un interés profesional en especial”, e hizo referencia a varias empresas que podrían haber visto tocados sus intereses por su trabajo como abogado laboralista. “No tenía militancia política en ese momento pero los abogados vinculados a las luchas sociales eran perseguidos. Yo me ubico en esa categoría”, analizó.
En su entrevista con el coronel Pedro Barda percibió que éste reconocía que los secuestros y las torturas “eran una metodología propia de las Fuerza Armadas”.
Por último, el magistrado concluyó que producto de esta experiencia se vio afectada su vida personal con mucho impacto anímico. “Tuve atención psicológica durante un tiempo pero gracias a Dios pude reinsertarme en la profesión a diferencia de otros colegas”.
CARLOS MARQUEZ: “Los habeas corpus no servían”
“Todas las reuniones con Barda fueron infructuosas. Ni siquiera pudimos saber qué, cómo ni por qué lo liberaron a Ricci”, sentenció Carlos Márquez, secretario administrativo del Colegio de abogados durante 1977.
En cuanto al poder judicial aseguró que tenía “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Además recordó que él ingresó al Colegio de abogados en 1964 donde conoció a todos los secuestrados durante la denominada Noche de las corbatas. En tanto que describió la incertidumbre y el terror que se vivía en la institución por esos momentos, lo que los llevó a convocar a sesión permanente.
“Todas las reuniones con Barda fueron infructuosas. Ni siquiera pudimos saber qué, cómo ni por qué lo liberaron a Ricci”, sentenció Carlos Márquez, secretario administrativo del Colegio de abogados durante 1977.
En cuanto al poder judicial aseguró que tenía “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Además recordó que él ingresó al Colegio de abogados en 1964 donde conoció a todos los secuestrados durante la denominada Noche de las corbatas. En tanto que describió la incertidumbre y el terror que se vivía en la institución por esos momentos, lo que los llevó a convocar a sesión permanente.
OSCAR PAGNI: Molina era una figura importante en La Base Aérea
El escribano brindó testimonio por conocer al represor Molina cuando realizó el servicio militar en dependencias de la Base Aérea desde el 16 de abril de 1979.
Pagni fue seleccionado junto a otras 7 personas para custodiar al comodoro Cuello. Tarea que era comandada por el propio Molina quien daba instrucciones particulares en el uso de armas para prevenir “ataques guerrilleros en zonas urbanas”, según recordó el ex concejal sobre los dichos del imputado.
En tal sentido describió la tarea de Molina al decir que “dentro de la Base era una persona importante, no se nos pasaba desapercibido. Tenía mucha importancia jerárquica”.
Así mismo comentó que tenía un temperamento cambiante y que en alguna oportunidad lo vio con “algunas copas de más”. “Le decíamos el sapo”, recordó.
Por último reconoció que Molina usaba un anillo “de sello” y una pulsera de plata o de oro. “Sé que era importante”.
El escribano brindó testimonio por conocer al represor Molina cuando realizó el servicio militar en dependencias de la Base Aérea desde el 16 de abril de 1979.
Pagni fue seleccionado junto a otras 7 personas para custodiar al comodoro Cuello. Tarea que era comandada por el propio Molina quien daba instrucciones particulares en el uso de armas para prevenir “ataques guerrilleros en zonas urbanas”, según recordó el ex concejal sobre los dichos del imputado.
En tal sentido describió la tarea de Molina al decir que “dentro de la Base era una persona importante, no se nos pasaba desapercibido. Tenía mucha importancia jerárquica”.
Así mismo comentó que tenía un temperamento cambiante y que en alguna oportunidad lo vio con “algunas copas de más”. “Le decíamos el sapo”, recordó.
Por último reconoció que Molina usaba un anillo “de sello” y una pulsera de plata o de oro. “Sé que era importante”.
RESUMEN AUDIENCIAS. 19-05-10
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO MOLINA
TESTIMONIO RODOLFO NESTOR FACIO
En el marco del juicio al represor Gregorio Rafael Molina por delitos de lesa humanidad que tiene lugar en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, declaró Rodolfo Néstor Facio quien narró sus días de secuestro en el centro clandestino “La Cueva”. Por su parte, Luis Rafaghelli no concurrió a declarar por razones laborales.
Facio relató que lo secuestraron de su domicilio el día 12 de abril de 1977, a las 2:10 hs AM, pero que hubo otro operativo a la 1 de la mañana y se llevaron al primo de su esposa, Alberto Llansen, a quien liberaron a las pocas horas. A los 10 minutos, nuevamente se presentó el mismo grupo de uniformados y se llevaron a su cuñado Rubén Darío Rodríguez, quien permanece desaparecido. En varias oportunidades manifestó que “se presentaba a declarar sólo por su cuñado y no por él”. Manifestó que su cuñado era una persona honesta, muy querida por todos, muy trabajador y que no se merecía lo que le ocurrió. También contó que solía ir a la peña de los hermanos López, en Catamarca y San Lorenzo, a tocar la guitarra y luego se volvía en bicicleta a su casa. También recordó que jugaban al fútbol en el barrio los fines de semana.
Luego continuó el relato sobre su secuestro y aclaró que lo encapucharon, le ataron las manos hacia atrás y lo metieron en el baúl de un Chevy blanco, que luego vio muchas veces estacionada en la puerta del GADA 601. Además del Chevy había tres autos y dos Ford verdes. Cuando entraron en su domicilio estaba presente su señora, quien se encontraba embarazada y sus dos hijas, que en ese momento eran muy pequeñas. Ambas estaban durmiendo y uno de ellos le apuntó en la cabeza a una de sus hijas amenazándolo “si no se calla la mato”. Durante muchos años sus hijas sufrieron trastornos psicológicos y sentían terror cada vez que veían un uniformado.
Facio contó que debido a que trabajó durante algún tiempo embarcándose, tiene mucho sentido de la orientación, por eso pudo reconocer el recorrido a pesar de ir en el baúl de un automóvil. Detalló que primero lo llevaron a la Comisaría IV, luego tomaron por Gascón y lo trasladaron al Destacamento Jorge Newbery. Hubo un momento en el que se desorientó porque en la rotonda dieron dos vueltas, pero luego por el ruido de los aviones y los silbatos de la canchita de judiciales supo que estaba en lo que después se enteraría que llamaban “La Cueva”. Allí estuvo con su cuñado Rubén Rodríguez, con Roberto Allamanda, a quien conocía porque trabajaban juntos. En una oportunidad en la que lo llevaron al baño se encontró con Ramón Fleitas, éste se acerco y lo reconoció porque jugaban juntos al fútbol, en la canchita del barrio. En esa oportunidad, Fleitas le dijo “no te preocupes Negro, a vos te pusieron a disposición del PEN”. Facio dijo que él no sabía que era eso. Fleitas también le dijo: “si te mojas la cabeza no te torturan”.En el sótano estuvo con nueve personas más, pero que sólo reconoció a las tres que mencionó previamente.
Facio permaneció secuestrado durante 23 días, fue sometido todas las noches a tortura “con máquina”, y durante el día venían a cada rato y los goleaban con patadas, palos y golpes en todas partes del cuerpo. Todo el tiempo estaban contra una pared y a su izquierda había un clavo que él tomo como su punto de referencia. También dijo que les hacían un círculo, cree que con tiza, y que si s movían del circulo los golpeaban nuevamente. Una vez, luego de una de esas golpiza se quedó dormido, se acercó uno de ellos y le pegó una patada en los riñones. Recordó que se orinó. También dijo que “al que mas le daban era a Roberto Allamanda y a su cuñado”.
Pudo describir el lugar con detalles dado su conocimiento de los materiales, texturas, medidas etc. Contó que se encontraban a 5 pasos del baño y a 7 pasos del lugar de tortura. Luego de las torturas los conducían al sótano nuevamente con las manos atadas a su espalda y la capucha, siempre los bajaban a empujones y patadas por las escaleras. Otras de las formas de tortura psicológica era cuando entraban y decían “muchachos acá hay muchos”. Los prisioneros escuchaban que cargaban el arma y disparaban, pero no sentía a nadie quejarse y luego constataba que seguían siendo nueve. Cuando le preguntaron si había mujeres en el lugar dijo que supo que había una porque la escuchaba hablar más arriba. También supo que estaba embarazada y que la trataban bien. También le preguntaron si pudo reconocer a alguno de los represores pero dijo que no, sólo a la persona que dirigió el procedimiento cuando lo llevaron de su domicilio y luego entre los que lo torturaban por la voz. Describió que era una persona más baja que él con una voz particular y cuyo acento era propio de las provincias del norte de nuestro país. Recordó que era la misma persona que al llegar a “La Cueva” le dijo “llegaste hasta acá y no sabes si vas a salir”. También aclaró que siempre eran los mismos los que lo llevaron, los que lo torturaban y los que lo interrogaban. Cuando lo liberaron llegó esa misma persona, petiza y con una voz particular, que le dijo “Andá y bañate que te vamos a largar”. Facio le preguntó si podía avisarle su cuñado que iba a ser liberado pero no lo dejó y le dijo que tal vez cuando llegara a su casa su cuñado estaría esperándolo y podrían festejar juntos. Pero su cuñado Rubén Rodríguez permanece desaparecido, al igual que Roberto Allamanda.
Para liberarlo lo llevaron del mismo modo en el que lo habían traído: encapuchado, manos atadas atrás y en el baúl del mismo Chevy. Lo dejaron en el fondo de la canchita del Nación, caminó unos 150 metros y apareció debajo de un foco de luz y con los zapatos en la mano, pero hasta el día de hoy no recuerda nada de ese breve trayecto.
Cuando le preguntaron si había vuelto en otras oportunidades al lugar, respondió que en dos: una cuando vino una comisión y un diputado; y en otra oportunidad cuando fue a trabajar por un arreglo de techos. Aclaró que sólo aguantó algunos días, que no lo podía resistir, pero que pudo reconocer perfectamente el lugar.
El Dr. Sivo, abogado de la querella le pregunto a Facio por José Sosa, a lo que contestó que había sido su íntimo amigo, casi como un hermano. Pero aclaró que era colaborador del Ejército, que hizo la inteligencia en su casa y que lo mandó a secuestrar. También dijo que era civil y trabajaba en la construcción.
Sobre el final de la audiencia se produjo un hecho llamativo. Rodolfo Facio, en reiteradas oportunidades, expresó que durante su cautiverio un militar de baja altura le gritaba y lo golpeaba. A raíz de esas declaraciones la fiscalía pidió que Facio y Molina se paren uno al lado del otro. Facio, rápidamente, expresó que aceptaba hacerlo pero la defensa de Gregorio Rafael Molina se negó.
Facio relató que lo secuestraron de su domicilio el día 12 de abril de 1977, a las 2:10 hs AM, pero que hubo otro operativo a la 1 de la mañana y se llevaron al primo de su esposa, Alberto Llansen, a quien liberaron a las pocas horas. A los 10 minutos, nuevamente se presentó el mismo grupo de uniformados y se llevaron a su cuñado Rubén Darío Rodríguez, quien permanece desaparecido. En varias oportunidades manifestó que “se presentaba a declarar sólo por su cuñado y no por él”. Manifestó que su cuñado era una persona honesta, muy querida por todos, muy trabajador y que no se merecía lo que le ocurrió. También contó que solía ir a la peña de los hermanos López, en Catamarca y San Lorenzo, a tocar la guitarra y luego se volvía en bicicleta a su casa. También recordó que jugaban al fútbol en el barrio los fines de semana.
Luego continuó el relato sobre su secuestro y aclaró que lo encapucharon, le ataron las manos hacia atrás y lo metieron en el baúl de un Chevy blanco, que luego vio muchas veces estacionada en la puerta del GADA 601. Además del Chevy había tres autos y dos Ford verdes. Cuando entraron en su domicilio estaba presente su señora, quien se encontraba embarazada y sus dos hijas, que en ese momento eran muy pequeñas. Ambas estaban durmiendo y uno de ellos le apuntó en la cabeza a una de sus hijas amenazándolo “si no se calla la mato”. Durante muchos años sus hijas sufrieron trastornos psicológicos y sentían terror cada vez que veían un uniformado.
Facio contó que debido a que trabajó durante algún tiempo embarcándose, tiene mucho sentido de la orientación, por eso pudo reconocer el recorrido a pesar de ir en el baúl de un automóvil. Detalló que primero lo llevaron a la Comisaría IV, luego tomaron por Gascón y lo trasladaron al Destacamento Jorge Newbery. Hubo un momento en el que se desorientó porque en la rotonda dieron dos vueltas, pero luego por el ruido de los aviones y los silbatos de la canchita de judiciales supo que estaba en lo que después se enteraría que llamaban “La Cueva”. Allí estuvo con su cuñado Rubén Rodríguez, con Roberto Allamanda, a quien conocía porque trabajaban juntos. En una oportunidad en la que lo llevaron al baño se encontró con Ramón Fleitas, éste se acerco y lo reconoció porque jugaban juntos al fútbol, en la canchita del barrio. En esa oportunidad, Fleitas le dijo “no te preocupes Negro, a vos te pusieron a disposición del PEN”. Facio dijo que él no sabía que era eso. Fleitas también le dijo: “si te mojas la cabeza no te torturan”.En el sótano estuvo con nueve personas más, pero que sólo reconoció a las tres que mencionó previamente.
Facio permaneció secuestrado durante 23 días, fue sometido todas las noches a tortura “con máquina”, y durante el día venían a cada rato y los goleaban con patadas, palos y golpes en todas partes del cuerpo. Todo el tiempo estaban contra una pared y a su izquierda había un clavo que él tomo como su punto de referencia. También dijo que les hacían un círculo, cree que con tiza, y que si s movían del circulo los golpeaban nuevamente. Una vez, luego de una de esas golpiza se quedó dormido, se acercó uno de ellos y le pegó una patada en los riñones. Recordó que se orinó. También dijo que “al que mas le daban era a Roberto Allamanda y a su cuñado”.
Pudo describir el lugar con detalles dado su conocimiento de los materiales, texturas, medidas etc. Contó que se encontraban a 5 pasos del baño y a 7 pasos del lugar de tortura. Luego de las torturas los conducían al sótano nuevamente con las manos atadas a su espalda y la capucha, siempre los bajaban a empujones y patadas por las escaleras. Otras de las formas de tortura psicológica era cuando entraban y decían “muchachos acá hay muchos”. Los prisioneros escuchaban que cargaban el arma y disparaban, pero no sentía a nadie quejarse y luego constataba que seguían siendo nueve. Cuando le preguntaron si había mujeres en el lugar dijo que supo que había una porque la escuchaba hablar más arriba. También supo que estaba embarazada y que la trataban bien. También le preguntaron si pudo reconocer a alguno de los represores pero dijo que no, sólo a la persona que dirigió el procedimiento cuando lo llevaron de su domicilio y luego entre los que lo torturaban por la voz. Describió que era una persona más baja que él con una voz particular y cuyo acento era propio de las provincias del norte de nuestro país. Recordó que era la misma persona que al llegar a “La Cueva” le dijo “llegaste hasta acá y no sabes si vas a salir”. También aclaró que siempre eran los mismos los que lo llevaron, los que lo torturaban y los que lo interrogaban. Cuando lo liberaron llegó esa misma persona, petiza y con una voz particular, que le dijo “Andá y bañate que te vamos a largar”. Facio le preguntó si podía avisarle su cuñado que iba a ser liberado pero no lo dejó y le dijo que tal vez cuando llegara a su casa su cuñado estaría esperándolo y podrían festejar juntos. Pero su cuñado Rubén Rodríguez permanece desaparecido, al igual que Roberto Allamanda.
Para liberarlo lo llevaron del mismo modo en el que lo habían traído: encapuchado, manos atadas atrás y en el baúl del mismo Chevy. Lo dejaron en el fondo de la canchita del Nación, caminó unos 150 metros y apareció debajo de un foco de luz y con los zapatos en la mano, pero hasta el día de hoy no recuerda nada de ese breve trayecto.
Cuando le preguntaron si había vuelto en otras oportunidades al lugar, respondió que en dos: una cuando vino una comisión y un diputado; y en otra oportunidad cuando fue a trabajar por un arreglo de techos. Aclaró que sólo aguantó algunos días, que no lo podía resistir, pero que pudo reconocer perfectamente el lugar.
El Dr. Sivo, abogado de la querella le pregunto a Facio por José Sosa, a lo que contestó que había sido su íntimo amigo, casi como un hermano. Pero aclaró que era colaborador del Ejército, que hizo la inteligencia en su casa y que lo mandó a secuestrar. También dijo que era civil y trabajaba en la construcción.
Sobre el final de la audiencia se produjo un hecho llamativo. Rodolfo Facio, en reiteradas oportunidades, expresó que durante su cautiverio un militar de baja altura le gritaba y lo golpeaba. A raíz de esas declaraciones la fiscalía pidió que Facio y Molina se paren uno al lado del otro. Facio, rápidamente, expresó que aceptaba hacerlo pero la defensa de Gregorio Rafael Molina se negó.
RESUMEN AUDIENCIAS. 19-05-10
JUICIO CONTRA EL REPRESOR GREGORIO MOLINA
TESTIMONIO RODOLFO NESTOR FACIO
En el marco del juicio al represor Gregorio Rafael Molina por delitos de lesa humanidad que tiene lugar en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, declaró Rodolfo Néstor Facio quien narró sus días de secuestro en el centro clandestino “La Cueva”. Por su parte, Luis Rafaghelli no concurrió a declarar por razones laborales.
Facio relató que lo secuestraron de su domicilio el día 12 de abril de 1977, a las 2:10 hs AM, pero que hubo otro operativo a la 1 de la mañana y se llevaron al primo de su esposa, Alberto Llansen, a quien liberaron a las pocas horas. A los 10 minutos, nuevamente se presentó el mismo grupo de uniformados y se llevaron a su cuñado Rubén Darío Rodríguez, quien permanece desaparecido. En varias oportunidades manifestó que “se presentaba a declarar sólo por su cuñado y no por él”. Manifestó que su cuñado era una persona honesta, muy querida por todos, muy trabajador y que no se merecía lo que le ocurrió. También contó que solía ir a la peña de los hermanos López, en Catamarca y San Lorenzo, a tocar la guitarra y luego se volvía en bicicleta a su casa. También recordó que jugaban al fútbol en el barrio los fines de semana.
Luego continuó el relato sobre su secuestro y aclaró que lo encapucharon, le ataron las manos hacia atrás y lo metieron en el baúl de un Chevy blanco, que luego vio muchas veces estacionada en la puerta del GADA 601. Además del Chevy había tres autos y dos Ford verdes. Cuando entraron en su domicilio estaba presente su señora, quien se encontraba embarazada y sus dos hijas, que en ese momento eran muy pequeñas. Ambas estaban durmiendo y uno de ellos le apuntó en la cabeza a una de sus hijas amenazándolo “si no se calla la mato”. Durante muchos años sus hijas sufrieron trastornos psicológicos y sentían terror cada vez que veían un uniformado.
Facio contó que debido a que trabajó durante algún tiempo embarcándose, tiene mucho sentido de la orientación, por eso pudo reconocer el recorrido a pesar de ir en el baúl de un automóvil. Detalló que primero lo llevaron a la Comisaría IV, luego tomaron por Gascón y lo trasladaron al Destacamento Jorge Newbery. Hubo un momento en el que se desorientó porque en la rotonda dieron dos vueltas, pero luego por el ruido de los aviones y los silbatos de la canchita de judiciales supo que estaba en lo que después se enteraría que llamaban “La Cueva”. Allí estuvo con su cuñado Rubén Rodríguez, con Roberto Allamanda, a quien conocía porque trabajaban juntos. En una oportunidad en la que lo llevaron al baño se encontró con Ramón Fleitas, éste se acerco y lo reconoció porque jugaban juntos al fútbol, en la canchita del barrio. En esa oportunidad, Fleitas le dijo “no te preocupes Negro, a vos te pusieron a disposición del PEN”. Facio dijo que él no sabía que era eso. Fleitas también le dijo: “si te mojas la cabeza no te torturan”.En el sótano estuvo con nueve personas más, pero que sólo reconoció a las tres que mencionó previamente.
Facio permaneció secuestrado durante 23 días, fue sometido todas las noches a tortura “con máquina”, y durante el día venían a cada rato y los goleaban con patadas, palos y golpes en todas partes del cuerpo. Todo el tiempo estaban contra una pared y a su izquierda había un clavo que él tomo como su punto de referencia. También dijo que les hacían un círculo, cree que con tiza, y que si s movían del circulo los golpeaban nuevamente. Una vez, luego de una de esas golpiza se quedó dormido, se acercó uno de ellos y le pegó una patada en los riñones. Recordó que se orinó. También dijo que “al que mas le daban era a Roberto Allamanda y a su cuñado”.
Pudo describir el lugar con detalles dado su conocimiento de los materiales, texturas, medidas etc. Contó que se encontraban a 5 pasos del baño y a 7 pasos del lugar de tortura. Luego de las torturas los conducían al sótano nuevamente con las manos atadas a su espalda y la capucha, siempre los bajaban a empujones y patadas por las escaleras. Otras de las formas de tortura psicológica era cuando entraban y decían “muchachos acá hay muchos”. Los prisioneros escuchaban que cargaban el arma y disparaban, pero no sentía a nadie quejarse y luego constataba que seguían siendo nueve. Cuando le preguntaron si había mujeres en el lugar dijo que supo que había una porque la escuchaba hablar más arriba. También supo que estaba embarazada y que la trataban bien. También le preguntaron si pudo reconocer a alguno de los represores pero dijo que no, sólo a la persona que dirigió el procedimiento cuando lo llevaron de su domicilio y luego entre los que lo torturaban por la voz. Describió que era una persona más baja que él con una voz particular y cuyo acento era propio de las provincias del norte de nuestro país. Recordó que era la misma persona que al llegar a “La Cueva” le dijo “llegaste hasta acá y no sabes si vas a salir”. También aclaró que siempre eran los mismos los que lo llevaron, los que lo torturaban y los que lo interrogaban. Cuando lo liberaron llegó esa misma persona, petiza y con una voz particular, que le dijo “Andá y bañate que te vamos a largar”. Facio le preguntó si podía avisarle su cuñado que iba a ser liberado pero no lo dejó y le dijo que tal vez cuando llegara a su casa su cuñado estaría esperándolo y podrían festejar juntos. Pero su cuñado Rubén Rodríguez permanece desaparecido, al igual que Roberto Allamanda.
Para liberarlo lo llevaron del mismo modo en el que lo habían traído: encapuchado, manos atadas atrás y en el baúl del mismo Chevy. Lo dejaron en el fondo de la canchita del Nación, caminó unos 150 metros y apareció debajo de un foco de luz y con los zapatos en la mano, pero hasta el día de hoy no recuerda nada de ese breve trayecto.
Cuando le preguntaron si había vuelto en otras oportunidades al lugar, respondió que en dos: una cuando vino una comisión y un diputado; y en otra oportunidad cuando fue a trabajar por un arreglo de techos. Aclaró que sólo aguantó algunos días, que no lo podía resistir, pero que pudo reconocer perfectamente el lugar.
El Dr. Sivo, abogado de la querella le pregunto a Facio por José Sosa, a lo que contestó que había sido su íntimo amigo, casi como un hermano. Pero aclaró que era colaborador del Ejército, que hizo la inteligencia en su casa y que lo mandó a secuestrar. También dijo que era civil y trabajaba en la construcción.
Sobre el final de la audiencia se produjo un hecho llamativo. Rodolfo Facio, en reiteradas oportunidades, expresó que durante su cautiverio un militar de baja altura le gritaba y lo golpeaba. A raíz de esas declaraciones la fiscalía pidió que Facio y Molina se paren uno al lado del otro. Facio, rápidamente, expresó que aceptaba hacerlo pero la defensa de Gregorio Rafael Molina se negó.
Facio relató que lo secuestraron de su domicilio el día 12 de abril de 1977, a las 2:10 hs AM, pero que hubo otro operativo a la 1 de la mañana y se llevaron al primo de su esposa, Alberto Llansen, a quien liberaron a las pocas horas. A los 10 minutos, nuevamente se presentó el mismo grupo de uniformados y se llevaron a su cuñado Rubén Darío Rodríguez, quien permanece desaparecido. En varias oportunidades manifestó que “se presentaba a declarar sólo por su cuñado y no por él”. Manifestó que su cuñado era una persona honesta, muy querida por todos, muy trabajador y que no se merecía lo que le ocurrió. También contó que solía ir a la peña de los hermanos López, en Catamarca y San Lorenzo, a tocar la guitarra y luego se volvía en bicicleta a su casa. También recordó que jugaban al fútbol en el barrio los fines de semana.
Luego continuó el relato sobre su secuestro y aclaró que lo encapucharon, le ataron las manos hacia atrás y lo metieron en el baúl de un Chevy blanco, que luego vio muchas veces estacionada en la puerta del GADA 601. Además del Chevy había tres autos y dos Ford verdes. Cuando entraron en su domicilio estaba presente su señora, quien se encontraba embarazada y sus dos hijas, que en ese momento eran muy pequeñas. Ambas estaban durmiendo y uno de ellos le apuntó en la cabeza a una de sus hijas amenazándolo “si no se calla la mato”. Durante muchos años sus hijas sufrieron trastornos psicológicos y sentían terror cada vez que veían un uniformado.
Facio contó que debido a que trabajó durante algún tiempo embarcándose, tiene mucho sentido de la orientación, por eso pudo reconocer el recorrido a pesar de ir en el baúl de un automóvil. Detalló que primero lo llevaron a la Comisaría IV, luego tomaron por Gascón y lo trasladaron al Destacamento Jorge Newbery. Hubo un momento en el que se desorientó porque en la rotonda dieron dos vueltas, pero luego por el ruido de los aviones y los silbatos de la canchita de judiciales supo que estaba en lo que después se enteraría que llamaban “La Cueva”. Allí estuvo con su cuñado Rubén Rodríguez, con Roberto Allamanda, a quien conocía porque trabajaban juntos. En una oportunidad en la que lo llevaron al baño se encontró con Ramón Fleitas, éste se acerco y lo reconoció porque jugaban juntos al fútbol, en la canchita del barrio. En esa oportunidad, Fleitas le dijo “no te preocupes Negro, a vos te pusieron a disposición del PEN”. Facio dijo que él no sabía que era eso. Fleitas también le dijo: “si te mojas la cabeza no te torturan”.En el sótano estuvo con nueve personas más, pero que sólo reconoció a las tres que mencionó previamente.
Facio permaneció secuestrado durante 23 días, fue sometido todas las noches a tortura “con máquina”, y durante el día venían a cada rato y los goleaban con patadas, palos y golpes en todas partes del cuerpo. Todo el tiempo estaban contra una pared y a su izquierda había un clavo que él tomo como su punto de referencia. También dijo que les hacían un círculo, cree que con tiza, y que si s movían del circulo los golpeaban nuevamente. Una vez, luego de una de esas golpiza se quedó dormido, se acercó uno de ellos y le pegó una patada en los riñones. Recordó que se orinó. También dijo que “al que mas le daban era a Roberto Allamanda y a su cuñado”.
Pudo describir el lugar con detalles dado su conocimiento de los materiales, texturas, medidas etc. Contó que se encontraban a 5 pasos del baño y a 7 pasos del lugar de tortura. Luego de las torturas los conducían al sótano nuevamente con las manos atadas a su espalda y la capucha, siempre los bajaban a empujones y patadas por las escaleras. Otras de las formas de tortura psicológica era cuando entraban y decían “muchachos acá hay muchos”. Los prisioneros escuchaban que cargaban el arma y disparaban, pero no sentía a nadie quejarse y luego constataba que seguían siendo nueve. Cuando le preguntaron si había mujeres en el lugar dijo que supo que había una porque la escuchaba hablar más arriba. También supo que estaba embarazada y que la trataban bien. También le preguntaron si pudo reconocer a alguno de los represores pero dijo que no, sólo a la persona que dirigió el procedimiento cuando lo llevaron de su domicilio y luego entre los que lo torturaban por la voz. Describió que era una persona más baja que él con una voz particular y cuyo acento era propio de las provincias del norte de nuestro país. Recordó que era la misma persona que al llegar a “La Cueva” le dijo “llegaste hasta acá y no sabes si vas a salir”. También aclaró que siempre eran los mismos los que lo llevaron, los que lo torturaban y los que lo interrogaban. Cuando lo liberaron llegó esa misma persona, petiza y con una voz particular, que le dijo “Andá y bañate que te vamos a largar”. Facio le preguntó si podía avisarle su cuñado que iba a ser liberado pero no lo dejó y le dijo que tal vez cuando llegara a su casa su cuñado estaría esperándolo y podrían festejar juntos. Pero su cuñado Rubén Rodríguez permanece desaparecido, al igual que Roberto Allamanda.
Para liberarlo lo llevaron del mismo modo en el que lo habían traído: encapuchado, manos atadas atrás y en el baúl del mismo Chevy. Lo dejaron en el fondo de la canchita del Nación, caminó unos 150 metros y apareció debajo de un foco de luz y con los zapatos en la mano, pero hasta el día de hoy no recuerda nada de ese breve trayecto.
Cuando le preguntaron si había vuelto en otras oportunidades al lugar, respondió que en dos: una cuando vino una comisión y un diputado; y en otra oportunidad cuando fue a trabajar por un arreglo de techos. Aclaró que sólo aguantó algunos días, que no lo podía resistir, pero que pudo reconocer perfectamente el lugar.
El Dr. Sivo, abogado de la querella le pregunto a Facio por José Sosa, a lo que contestó que había sido su íntimo amigo, casi como un hermano. Pero aclaró que era colaborador del Ejército, que hizo la inteligencia en su casa y que lo mandó a secuestrar. También dijo que era civil y trabajaba en la construcción.
Sobre el final de la audiencia se produjo un hecho llamativo. Rodolfo Facio, en reiteradas oportunidades, expresó que durante su cautiverio un militar de baja altura le gritaba y lo golpeaba. A raíz de esas declaraciones la fiscalía pidió que Facio y Molina se paren uno al lado del otro. Facio, rápidamente, expresó que aceptaba hacerlo pero la defensa de Gregorio Rafael Molina se negó.
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