En el marco del juicio al represor Gregorio Rafael Molina por delitos de lesa humanidad que tiene lugar en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, declaró el Dr. Luis Rafaghelli quien estuvo detenido en la comisaría Cuarta y fue trasladado en dos oportunidades al Centro Clandestino de Detención “La Cueva” para ser torturado. También declaró el Dr. Carlos Márquez, quien fuera secretario del Colegio de Abogados cuando ocurrió el trágico suceso conocido como “La Noche de las Corbatas”.
El último testigo de la mañana fue el escribano Roberto Oscar Pagni, quien se desempeñó como conscripto bajo las órdenes de Molina en la Base Aérea desde 1979 a 1980. Por su parte, no concurrió a declarar el abogado Miguel Angel Nicosia. Nicosia fue convocado ya que según Rafaghelli, tuvo la oportunidad de ver los listados de los “traslados de la muerte” de prisioneros cuando se desempeñaba como conscripto en la Base Aérea.
Luego del receso del mediodía se realizó una inspección ocular en el Centro Clandestino “La Cueva”. Durante la inspección, los jueces junto a la defensa y la querella recorrieron el centro clandestino ubicado en el predio de la Fuerza Aérea Argentina. Allí pudieron comprobar las descripciones realizadas por las personas que estuvieron secuestradas en “La Cueva”. Una vez finalizado este procedimiento, las partes se trasladaron nuevamente al Tribunal Oral Federal para tomarle declaración a Alberto José Bolgeri.
El Dr. Luis Rafaghelli relató que en abril de 1976 se desempeñaba como abogado laboralista en un estudio en Quequén y que el día 20 de ese mes al llegar a su estudio, éste estaba tomado por una patrulla militar y efectivos de la policía. Ahí mismo fue encapuchado, atado con alambre y sometido a una brutal golpiza. Pudo oír que se referían al operativo como “Operativo Tordo”. Alcanzó a ver a Larrea, de la policía de Necochea, quien le aclaró que todo era responsabilidad del ejército. Su hermana Mónica, que colaboraba con él en el estudio también fue detenida y llevada junto a él a la Comisaría Central de Necochea en un Torino negro. Ahí fue nuevamente torturado e interrogado y luego trasladado a la Comisaría Cuarta de Mar del Plata, adonde estuvo detenido hasta el 16 de agosto de 1976. En dicha Comisaría estuvo 37 días incomunicado hasta que en el mes de junio ingresó a un pabellón en el que había otros prisioneros de Necochea: Povilaitis, Aramburu, la hija del Juex Vallejos, Garamendy, Del Prado, la hija de Aramburu, un médico de apellido Funes que salió el mismo día que él y Martínez Tecco. También estuvo con Amilcar González y un muchacho de apellido Starita, que se encuentra desaparecido, con quien jugó al ajedrez. En los primeros momentos de su detención, probablemente 4 ó 5 días, fue llevado a la Base Aérea, a un lugar que él considera como “La Cueva”. Una semana después fue llevado nuevamente y en ambas oportunidades fue brutalmente torturado con picana eléctrica y amenazado de muerte. Ante las preguntas del Fiscal Adler, Rafaghelli dijo que era muy difícil identificar a los responsables de ese centro clandestino ya que estuvo permanentemente encapuchado, pero le consta que miembros de la policía y de la Fuerza Aérea como Garrera, Assad, Berisso, Tocalino y Barda eran parte de ese circuito. Recordó que en una oportunidad el comisario Asad se acercó para decirle que el Coronel Berisso había preguntado por él ya que en Necochea un familiar había visto que la policía usaba su auto, y que al exigirle información, se le dijo que estaba detenido en Mar del Plata.
Recordó que las noches de los traslados desde la Cuarta a “La Cueva” había bromas hacia los detenidos y se les decía: “¡Esta noche van a bailar!”. Precisó que salían por una puerta lateral de la comisaría y que en las dos oportunidades que fue llevado a “La Cueva” lo encapucharon y lo introdujeron a él solo en el piso de un auto, no pudiendo ver a nadie ni identificar voces ya que los que conducían el vehículo no le dirigían la palabra. Respecto de los dos interrogatorios que sufrió dijo que el primero fue más “primitivo” ya que le preguntaban cuestiones muy generales, en el segundo lo interrogaron acerca de abogados y jueces de Mar del Plata, entre ellos por el Dr. Centeno y una abogada cuyo nombre no recuerda. Pero él piensa que su secuestro fue una represalia vinculada a su actividad laboral. En el interrogatorio había 3 ó 4 personas y una de ellas, con voz chillona, era la que dirigía la sesión de torturas que ocurría en una camilla. En el primer interrogatorio le preguntaron por un folleto acerca de armas que supuestamente habían encontrado en su biblioteca, lo que era un absurdo. Cree que como sabían que él no podía darles información relevante hasta el torturador se cansó. Permanentemente había carcajadas a su alrededor y funcionaban como un equipo. Cree que el primer interrogatorio debe haber durado una hora y el otro algo menos. En ambas oportunidades fue regresado a la Comisaría Cuarta. En agosto lo llamaron y le hicieron saber que iba a ser trasladado, haciéndole firmar una notificación de salida de la comisaría cuarta. Pero como lo llevaron esposado pensó que lo iban a matar. En el vehiculo en el que lo pusieron estaba el médico de apellido Funes que mencionó previamente y ambos fueron llevado al GADA, adonde de manera individual se entrevistaron con Barda en su despacho. Barda le dijo “Usted va a ser dejado en libertad, pero le advertimos que ante cualquier otra denuncia va a volver aquí con los pies para adelante”. Rafaghelli le preguntó quien podría denunciarlo y obviamente no obtuvo respuesta. También se refirió a la Biblia que Barda tenía en su escritorio y le dijo que todo lo que él había padecido en su detención cuando era torturado no se condecía con los principios cristianos. Rafaghelli le hizo notar que era la primera vez que veía a alguien cara a cara. Recuerda que también le comentó a Barda lo difícil que le iba a resultar reinsertarse en su pueblo, a lo que Barda le respondió que se mudara o que se fuera del país. De hecho Rafaghelli tuvo prohibida la entrada al Ministerio de Trabajo hasta 1980. En relación a los dichos de Barda respecto de posibles nuevas denuncias en su contra Rafaghelli piensa que el único episodio que puede vincularse directamente con su secuestro del día 20 de abril, es que el 14 de abril había ganado un juicio de reinstalación de un delegado en el Astillero Nahuel. Vanoli era un empresario de este astillero y formaba parte del “Círculo de Amigos de las FFAA”. El intendente de facto de Necochea fue puesto por este Círculo.
Respecto de Nicosia, Rafaghelli dijo que habían sido amigos durante la infancia y que habían estudiado juntos en La Plata, que lo volvió a ver en 1985 ó 1986 y que en esa oportunidad le comentó que su madre lo había visto en la Base en circunstancias de un trámite vinculado a su detención. Nicosia le contó entonces que haciendo el servicio militar como administrativo en la Base Aérea pudo ver los listados de los “trasladados de la muerte” y que al verlo a él le mencionó a un Capitán que lo conocía.
Cuando los abogados de la querella le preguntaron acerca de la extensión del daño sufrido, Rafaghelli dijo que si bien eran cuestiones muy personales y que agradecía haber podido continuar en el ejercicio de su profesión y haber sido concejal, había sufrido el síndrome de guerra y tuvo que recurrir a asistencia sicológica. Con emoción dijo que las huellas se sobrellevan pero que no se borran jamás. También dijo que a pesar de que el daño es inmensurable, particularmente para aquellos que perdieron a sus seres queridos, el hecho de que finalmente se esté juzgando a los militares es un hecho reparador, no sólo para las víctimas sino para la sociedad en su conjunto.
Ante una pregunta que le hizo el representante del Colegio de Abogados respecto de la actuación de esta institución en aquellos momentos, Rafaghelli contestó que él había recibido solidaridad por parte de algunos de sus integrantes y citó al Dr. Paris, al Dr. Márquez y al Dr. Bernal. También dijo en relación a otra pregunta vinculada al ejercicio de su profesión que en 1978 tomó la decisión de proseguir con el juicio de su cliente al momento del secuestro y que lo ganó. Pero que le costó mucho desde lo espiritual iniciar esta demanda y encontrar la libertad interior que debe tener un abogado para llevar adelante un caso. El mayor desafío fue vencer su propio temor, dijo Rafaghelli. Esto no era sencillo ya que dadas las circunstancias que todavía se vivían en otro caso de despidos en una empresa pesquera que él defendió, fue amenazado por el interventor del Ministerio de Trabajo.
El Dr. Carlos Márquez se desempeñaba como secretario del Colegio de Abogados en 1977. Había ingresado al mismo en 1964 cuando era estudiante de primer año de la carrera de abogacía. Ahí tuvo la oportunidad de conocer a todos los colegas que luego resultaron víctimas de la “Noche de las Corbatas”. A su criterio, este episodio no tiene comparación con ningún otro atropello sufrido por abogados dada la magnitud y gravedad del mismo. Agregó que fue conmocionante y generó terror e incertidumbre. A partir de este hecho el Colegio de Abogados se declaró en sesión permanente y pidió el auxilio de las autoridades del Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires y de la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA). Supieron que la conmoción en el exterior había sido enorme por lo que representaba la figura del Dr. Centeno. El, particularmente había tenido relación con los Dres. Ricci, Candeloro, Arestín, Fresneda y Alais. Ellos habían sido profesionales comprometidos con su tiempo y se habían dedicado a la defensa de los derechos de los trabajadores. Márquez dijo que a su manera de ver él no tenía dudas en vincular el secuestro con sus respectivas trayectorias.
Respecto de actuaciones puntuales del Colegio mencionó que hubo documentos que se anexaron a la causa, que se solicitó información a Barda, que se pidieron entrevistas con las máximas autoridades del gobierno de facto y se logó una con el Ministro del Interior Albano Harguindeguy. Pero todas fueron infructuosas. Respecto de la liberación de Bozzi y Ricci y las versiones que circularon en los diarios en el sentido de que habían sido secuestrados por una organización guerrillera, más precisamente los Montoneros, Márquez dijo que nunca hubo dudas de que esto era una mentira. Frente a una pregunta que le hizo el Dr. Sivo respecto del rol de la Justicia dijo que jueces héroes no hubo, y que de haberlos habido estarían muertos. Aseguró que el Poder Judicial tuvo “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Cuando se le preguntó si sabía de la existencia de informantes civiles en aquella época o si se había hablado de esto con Harguindeguy, dijo que no figuraba en las actas del Colegio. Pero que a principios de la década del ´70 los abogados de Mar del Plata tuvieron posiciones ideológicas y políticas muy diferentes, que el clima era terrible ya que había colegas en bandos irreconciliables y absolutamente enfrentados previamente al golpe de estado. Luego del golpe hubo miedo y silencio.
El último testigo de la mañana fue el escribano Roberto Oscar Pagni, quien se desempeñó como conscripto bajo las órdenes de Molina en la Base Aérea desde 1979 a 1980. Por su parte, no concurrió a declarar el abogado Miguel Angel Nicosia. Nicosia fue convocado ya que según Rafaghelli, tuvo la oportunidad de ver los listados de los “traslados de la muerte” de prisioneros cuando se desempeñaba como conscripto en la Base Aérea.
Luego del receso del mediodía se realizó una inspección ocular en el Centro Clandestino “La Cueva”. Durante la inspección, los jueces junto a la defensa y la querella recorrieron el centro clandestino ubicado en el predio de la Fuerza Aérea Argentina. Allí pudieron comprobar las descripciones realizadas por las personas que estuvieron secuestradas en “La Cueva”. Una vez finalizado este procedimiento, las partes se trasladaron nuevamente al Tribunal Oral Federal para tomarle declaración a Alberto José Bolgeri.
El Dr. Luis Rafaghelli relató que en abril de 1976 se desempeñaba como abogado laboralista en un estudio en Quequén y que el día 20 de ese mes al llegar a su estudio, éste estaba tomado por una patrulla militar y efectivos de la policía. Ahí mismo fue encapuchado, atado con alambre y sometido a una brutal golpiza. Pudo oír que se referían al operativo como “Operativo Tordo”. Alcanzó a ver a Larrea, de la policía de Necochea, quien le aclaró que todo era responsabilidad del ejército. Su hermana Mónica, que colaboraba con él en el estudio también fue detenida y llevada junto a él a la Comisaría Central de Necochea en un Torino negro. Ahí fue nuevamente torturado e interrogado y luego trasladado a la Comisaría Cuarta de Mar del Plata, adonde estuvo detenido hasta el 16 de agosto de 1976. En dicha Comisaría estuvo 37 días incomunicado hasta que en el mes de junio ingresó a un pabellón en el que había otros prisioneros de Necochea: Povilaitis, Aramburu, la hija del Juex Vallejos, Garamendy, Del Prado, la hija de Aramburu, un médico de apellido Funes que salió el mismo día que él y Martínez Tecco. También estuvo con Amilcar González y un muchacho de apellido Starita, que se encuentra desaparecido, con quien jugó al ajedrez. En los primeros momentos de su detención, probablemente 4 ó 5 días, fue llevado a la Base Aérea, a un lugar que él considera como “La Cueva”. Una semana después fue llevado nuevamente y en ambas oportunidades fue brutalmente torturado con picana eléctrica y amenazado de muerte. Ante las preguntas del Fiscal Adler, Rafaghelli dijo que era muy difícil identificar a los responsables de ese centro clandestino ya que estuvo permanentemente encapuchado, pero le consta que miembros de la policía y de la Fuerza Aérea como Garrera, Assad, Berisso, Tocalino y Barda eran parte de ese circuito. Recordó que en una oportunidad el comisario Asad se acercó para decirle que el Coronel Berisso había preguntado por él ya que en Necochea un familiar había visto que la policía usaba su auto, y que al exigirle información, se le dijo que estaba detenido en Mar del Plata.
Recordó que las noches de los traslados desde la Cuarta a “La Cueva” había bromas hacia los detenidos y se les decía: “¡Esta noche van a bailar!”. Precisó que salían por una puerta lateral de la comisaría y que en las dos oportunidades que fue llevado a “La Cueva” lo encapucharon y lo introdujeron a él solo en el piso de un auto, no pudiendo ver a nadie ni identificar voces ya que los que conducían el vehículo no le dirigían la palabra. Respecto de los dos interrogatorios que sufrió dijo que el primero fue más “primitivo” ya que le preguntaban cuestiones muy generales, en el segundo lo interrogaron acerca de abogados y jueces de Mar del Plata, entre ellos por el Dr. Centeno y una abogada cuyo nombre no recuerda. Pero él piensa que su secuestro fue una represalia vinculada a su actividad laboral. En el interrogatorio había 3 ó 4 personas y una de ellas, con voz chillona, era la que dirigía la sesión de torturas que ocurría en una camilla. En el primer interrogatorio le preguntaron por un folleto acerca de armas que supuestamente habían encontrado en su biblioteca, lo que era un absurdo. Cree que como sabían que él no podía darles información relevante hasta el torturador se cansó. Permanentemente había carcajadas a su alrededor y funcionaban como un equipo. Cree que el primer interrogatorio debe haber durado una hora y el otro algo menos. En ambas oportunidades fue regresado a la Comisaría Cuarta. En agosto lo llamaron y le hicieron saber que iba a ser trasladado, haciéndole firmar una notificación de salida de la comisaría cuarta. Pero como lo llevaron esposado pensó que lo iban a matar. En el vehiculo en el que lo pusieron estaba el médico de apellido Funes que mencionó previamente y ambos fueron llevado al GADA, adonde de manera individual se entrevistaron con Barda en su despacho. Barda le dijo “Usted va a ser dejado en libertad, pero le advertimos que ante cualquier otra denuncia va a volver aquí con los pies para adelante”. Rafaghelli le preguntó quien podría denunciarlo y obviamente no obtuvo respuesta. También se refirió a la Biblia que Barda tenía en su escritorio y le dijo que todo lo que él había padecido en su detención cuando era torturado no se condecía con los principios cristianos. Rafaghelli le hizo notar que era la primera vez que veía a alguien cara a cara. Recuerda que también le comentó a Barda lo difícil que le iba a resultar reinsertarse en su pueblo, a lo que Barda le respondió que se mudara o que se fuera del país. De hecho Rafaghelli tuvo prohibida la entrada al Ministerio de Trabajo hasta 1980. En relación a los dichos de Barda respecto de posibles nuevas denuncias en su contra Rafaghelli piensa que el único episodio que puede vincularse directamente con su secuestro del día 20 de abril, es que el 14 de abril había ganado un juicio de reinstalación de un delegado en el Astillero Nahuel. Vanoli era un empresario de este astillero y formaba parte del “Círculo de Amigos de las FFAA”. El intendente de facto de Necochea fue puesto por este Círculo.
Respecto de Nicosia, Rafaghelli dijo que habían sido amigos durante la infancia y que habían estudiado juntos en La Plata, que lo volvió a ver en 1985 ó 1986 y que en esa oportunidad le comentó que su madre lo había visto en la Base en circunstancias de un trámite vinculado a su detención. Nicosia le contó entonces que haciendo el servicio militar como administrativo en la Base Aérea pudo ver los listados de los “trasladados de la muerte” y que al verlo a él le mencionó a un Capitán que lo conocía.
Cuando los abogados de la querella le preguntaron acerca de la extensión del daño sufrido, Rafaghelli dijo que si bien eran cuestiones muy personales y que agradecía haber podido continuar en el ejercicio de su profesión y haber sido concejal, había sufrido el síndrome de guerra y tuvo que recurrir a asistencia sicológica. Con emoción dijo que las huellas se sobrellevan pero que no se borran jamás. También dijo que a pesar de que el daño es inmensurable, particularmente para aquellos que perdieron a sus seres queridos, el hecho de que finalmente se esté juzgando a los militares es un hecho reparador, no sólo para las víctimas sino para la sociedad en su conjunto.
Ante una pregunta que le hizo el representante del Colegio de Abogados respecto de la actuación de esta institución en aquellos momentos, Rafaghelli contestó que él había recibido solidaridad por parte de algunos de sus integrantes y citó al Dr. Paris, al Dr. Márquez y al Dr. Bernal. También dijo en relación a otra pregunta vinculada al ejercicio de su profesión que en 1978 tomó la decisión de proseguir con el juicio de su cliente al momento del secuestro y que lo ganó. Pero que le costó mucho desde lo espiritual iniciar esta demanda y encontrar la libertad interior que debe tener un abogado para llevar adelante un caso. El mayor desafío fue vencer su propio temor, dijo Rafaghelli. Esto no era sencillo ya que dadas las circunstancias que todavía se vivían en otro caso de despidos en una empresa pesquera que él defendió, fue amenazado por el interventor del Ministerio de Trabajo.
El Dr. Carlos Márquez se desempeñaba como secretario del Colegio de Abogados en 1977. Había ingresado al mismo en 1964 cuando era estudiante de primer año de la carrera de abogacía. Ahí tuvo la oportunidad de conocer a todos los colegas que luego resultaron víctimas de la “Noche de las Corbatas”. A su criterio, este episodio no tiene comparación con ningún otro atropello sufrido por abogados dada la magnitud y gravedad del mismo. Agregó que fue conmocionante y generó terror e incertidumbre. A partir de este hecho el Colegio de Abogados se declaró en sesión permanente y pidió el auxilio de las autoridades del Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires y de la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA). Supieron que la conmoción en el exterior había sido enorme por lo que representaba la figura del Dr. Centeno. El, particularmente había tenido relación con los Dres. Ricci, Candeloro, Arestín, Fresneda y Alais. Ellos habían sido profesionales comprometidos con su tiempo y se habían dedicado a la defensa de los derechos de los trabajadores. Márquez dijo que a su manera de ver él no tenía dudas en vincular el secuestro con sus respectivas trayectorias.
Respecto de actuaciones puntuales del Colegio mencionó que hubo documentos que se anexaron a la causa, que se solicitó información a Barda, que se pidieron entrevistas con las máximas autoridades del gobierno de facto y se logó una con el Ministro del Interior Albano Harguindeguy. Pero todas fueron infructuosas. Respecto de la liberación de Bozzi y Ricci y las versiones que circularon en los diarios en el sentido de que habían sido secuestrados por una organización guerrillera, más precisamente los Montoneros, Márquez dijo que nunca hubo dudas de que esto era una mentira. Frente a una pregunta que le hizo el Dr. Sivo respecto del rol de la Justicia dijo que jueces héroes no hubo, y que de haberlos habido estarían muertos. Aseguró que el Poder Judicial tuvo “la misma actitud que el resto de la sociedad. No tenía la fuerza para enfrentar la represión”. Y en ese sentido expresó que “ningún habeas corpus fue impulsado y ninguno sirvió para salvarle la vida a ningún ciudadano”.
Cuando se le preguntó si sabía de la existencia de informantes civiles en aquella época o si se había hablado de esto con Harguindeguy, dijo que no figuraba en las actas del Colegio. Pero que a principios de la década del ´70 los abogados de Mar del Plata tuvieron posiciones ideológicas y políticas muy diferentes, que el clima era terrible ya que había colegas en bandos irreconciliables y absolutamente enfrentados previamente al golpe de estado. Luego del golpe hubo miedo y silencio.
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